Adiós a Milos Forman

Madrid

Sus padres murieron en un campo de exterminio nazi. Después sufrió los rigores del stalinismo en su Checoslovaquia natal y más tarde el exilio forzoso cuando los tanques soviéticos aplastaron la Primavera de Praga. La experiencia vital de Milos Forman marcó su carácter cínico y su defensa a ultranza de la libertad individual, características que son común denominador en todas sus películas.

Milos Forman fue uno de los principales representantes de lo que se dio en llamar “el milagro cinematográfico checo”, un exponente más del esplendor político, social y cultural que vivió la República de Checoslovaquia durante los años 60 y que sería brutalmente interrumpido con la invasión soviética de 1968. Empezó practicando un cine de realismo social, que se centraba en los problemas del individuo, con películas como Los amores de una rubia (1967) o El baile de los bomberos (1968) en la que ridiculizaba el comunismo oficial. Tras la Primavera de Praga Forman se vio obligado a exiliarse a los Estados Unidos.

Su debut en América, Juventud sin esperanza (1971), era una comedia sobre el conflicto generacional que mostraba una visión muy pesimista, y que no tuvo éxito, pero marcó la pauta de lo que iban a ser las películas americanas de Forman, desvelando puntos de vista sobre la sociedad norteamericana que los nativos no eran capaces de abordar.

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Alguien voló sobre el nido del cuco (1975) estaba basada en una novela del escritor Ken Kesey, que había utilizado sus experiencias con el LSD para imaginar lo que ocurriría en un asilo en el que los pacientes fuesen obligados a tomar drogas para mantenerlos bajo control. Forman dejó a un lado todo el tema psicodélico para centrarse en la rebelión que se producía en un centro psiquiátrico en el que internaban a un delincuente, Jack Nicholson, que conseguía despertar en sus compañeros el sentido de la libertad dormido. En realidad la película era una metáfora. El manicomio representaba al Estado y la rebelión de Nicholson, la lucha del individuo contra la opresión del sistema. Una historia comercialmente difícil sobre el papel pero que, sorprendentemente, resultó uno de los mayores éxitos de la década de los 70. Consiguió además ganar todos los Oscar importantes (película, director, intérpretes principales y guión) algo que no ocurría desde Sucedió una noche, 42 años antes.

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Milos Forman mantendría su buen nivel cinematográfico con el musical Hair (1979) y con Ragtime (1981), película coral que contaba la historia de varios personajes en los difíciles tiempos de la América de principios del siglo XX. Pero el mayor éxito de su carrera a nivel mundial le llegaría con la brillante Amadeus (1984), una biografía de Mozart centrada en las envidias que despertaba en el también compositor Salieri. Amadeus era una película rodada con grandes medios. Unía su belleza plástica a una gran intensidad dramática que mostraba una enorme sensibilidad para abordar la psicología compleja de sus personajes. Forman volvió a arrasar en la ceremonia de los Oscar donde consiguió ocho premios, entre ellos, mejor película y mejor director.

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Aunque con algunos largos paréntesis de inactividad la carrera de Milos Forman se mantuvo desde entonces en la primera línea del cine americano con películas como Valmont (1990), en la que ofrecía una personalísima versión de la novela Las relaciones peligrosas de Laclos; El escándalo de Larry Flynt (1997), un drama sobre las tribulaciones del rey del porno editorial americano; Man on the moon (2000), retrato del provocador showman de la televisión Andy Kaufman o Los Fantasmas de Goya (2006), una producción americana pero rodada en nuestro país que narra el convulso final del siglo XVIII en la España absolutista. El director checo, ya nacionalizado estadounidense, tenía muy claro su trabajo: “En Hollywood no hablo nunca de arte. Les presento buenas historias y trato de hacerlas bien”.