Mañana
La Familia Real no se reconcilia porque nunca se peleó y aquí, como de costumbre, no ha pasado nada. Hoy no. Pero nadie podrá evitar que mañana sea 14 de abril
A veces es difícil escoger entre dos males. ¿Qué es peor, que intenten engañarnos y lo consigan, o que nos tomen por tontos y fracasen en el intento? Esta pregunta condensa la esencia de la actualidad nacional. La idílica estampa de una foto familiar en la que la madre achucha a la hija con el bolso para que se pegue a la abuela, resulta tan significativa como el tira y afloja por la presidencia de Madrid, y no sólo porque la combinación de ambos temas haya dejado en casi nada la mudanza alemana de Puigdemont. Las sonrisas radiantes y las grandes palabras de quienes se presentan como hombres de Estado, son cada vez más livianas, más endebles. Los vientos de este invierno disfrazado de primavera agitan los telones del soleado escenario que creíamos contemplar, dejando entrever la descarnada desnudez de unos andamios donde nieva tanto o más que en las cumbres.
El PP y Ciudadanos se juegan la Comunidad de Madrid a golpe de encuesta, pasando por encima de delitos, mentiras y tramas de corrupción universitaria. Sus líderes hablan de responsabilidad, de transparencia, de regeneración democrática, y pretenden que nos lo creamos. La Familia Real no se reconcilia porque nunca se peleó y aquí, como de costumbre, no ha pasado nada. Hoy no. Pero nadie podrá evitar que mañana sea 14 de abril. Mañana, muchos españoles celebraremos, más que un aniversario del pasado, la alegría, la ilusión, la sonrisa auténtica y juvenil de un país recién nacido que también se llamó España, aunque desde nuestra actual decrepitud cueste trabajo creerlo.