Olvidan cuál es su obligación
Josep Ramoneda sobre Carles Puigdemont y el conflicto catalán
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Olvidan cuál es su obligación
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Barcelona
Carles Puigdemont seguirá bajo custodia policial hasta que se decida su extradición. La detención de un expresidente elegido democráticamente no es nunca un hecho irrelevante. Estaba en la lógica de las cosas que esto ocurriera. Pero a nadie puede sorprender que provoque reacciones de irritación y de rabia. Cuando parecía que el soberanismo asumía el final de una etapa, los encarcelamientos del viernes y la detención del domingo vuelven a encender los ánimos. Es el espiral de nunca acabar.
Soraya Sáenz de Santamaría celebra la detención de Puigdemont y Albert Rivera, siempre dispuesto a ser el más macho de la Corte, se ensaña con el detenido llamándole golpista; Roger Torrent denuncia la represión del Estado. Unos cantan victoria y otros hablan de resistencia. Pero unos y otros no pueden olvidar cuál es su obligación: encontrar una salida al impasse actual. El gobierno español tiene que asumir las consecuencias de haber subrogado sus responsabilidades en la justicia y el independentismo ha de salir del enroque de la elaboración del duelo, formar un gobierno viable y abrirse a otras formaciones políticas. El Frankfurter Allgemaine lo ve así: Los separatistas carecen de liderazgo y están divididos, y el gobierno central en Madrid no está tratando de encontrar una solución duradera al conflicto. Nada de esto es un buen desarrollo. España tiene un problema grave con Catalunya, cuya importancia se extiende mucho más allá de la política partidista cotidiana. La detención de separatistas puede ser legalmente requerida, no es un sustituto de una oferta de autonomía genuinamente autónoma”. Dicho de otra manera, este problema no se resolverá en los juzgados: requiere una solución política. Es la idea dominante en Europa.
“Cuando tú discutes con un adversario intenta ponerte en su piel”, este consejo de Gramsci, no reza en el conflicto catalán. Los adversarios, ni hablan, ni siquiera se miran. La tenacidad en los prejuicios cierra cualquier puerta abierta a la comprensión del otro. Y así no hay salida.