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Opinión
El dietario de Ramoneda

Prudentes en reprimir la libertad

Josep Ramoneda reflexiona sobre la sentencia del Tribunal de Derechos Humanos a España por la libertad de expresión, los cambios de Trump en la Secretaría de Estado y los resultados de las elecciones en Italia

"Prudentes en reprimir la libertad"

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Barcelona

En pleno debate sobre la libertad de expresión en España, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha venido a echar una mano, condenando al Estado por haber impuesto pena de cárcel a dos personas que quemaron fotos del Rey en 2007 en Girona. “Quemar fotos del Rey es libertad de expresión”, han dicho los jueces. Al tiempo que recordaban lo obvio: “la libertad de expresión se extiende a informaciones o ideas que ofenden, chocan o molestan”. Y es perfectamente legítimo construir una escena provocadora para expresar la insatisfacción con una institución política, la monarquía, susceptible de crítica como todas. Esperemos que sirva para contener el celo liberticida de los últimos meses en que se han buscado afanosamente delitos de odio por las redes. El veredicto no puede considerarse una sorpresa. El propio Constitucional se dividió a la hora de validar el caso que Estrasburgo acaba de sancionar. Aviso a jueces y gobernantes: hay que ser muy prudentes en reprimir la libertad porque las heridas que se le infligen pueden hacer gangrena. Y en eso estábamos. Amnistía Internacional acababa de advertir a España sobre “el ataque sostenido a la libertad de expresión”, a cuenta de las recientes condenas a raperos y twitteros.

Trump nombra secretario de Estado, equivalente al ministro de Asuntos Exteriores, a Mike Pompeo, director de la CIA. Toda una declaración de principios sobre su idea de la política internacional. No hay aliados, solo hay enemigos. Todos son susceptibles de sospecha.

“En Italia, ganó el malestar y no la esperanza”, dice el escritor Roberto Saviano. Y lleva razón: es lo que está ocurriendo en toda Europa. ¿Por qué? Porque la gente siente que los que vienen mandando no tienen nada que ofrecer. Y esto es altamente peligroso. Lo decía Noam Chomsky en El País: Desde los ochenta vivimos en una ruptura entre lo que la gente quiere y lo que los políticos hacen”.

 
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