'The Florida Project': el lado oscuro de Disney
Se estrena 'The Florida Project', una de las cintas independientes del año, dirigida por Sean Baker, un alegato contra el capitalismo y un retrato de los olvidados del sistema en la era pre Trump
Madrid
Decían Bauman que vivimos una vida dedicada al consumo. Un círculo vicioso que nos lleva a querer más y más, incluso a aquellos que apenas tienen nada. Esas dos caras, los que pueden consumir y los que no, se enfrentan en The Florida project, la nueva película del director independiente Sean Baker, después de Tangerine. Baker filma la precariedad en la que viven miles de familias a lo largo de la autopista 192 que rodea los parques temáticos de Orlando.
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Hoteles de lujos llenos de familias blancas de clase media y clase alta aparentemente perfectas que disfrutan de Micky, Minie y el resto de muñecos. Enfrente, todos esos moteles baratos que han sido ocupados por familias que se quedaron sin trabajo y sin casa después de la crisis económica. El productor y el director de la cinta pasaron por la zona en 2012 y decidieron quedarse y contar la historia de gente olvidada por el sistema, que no puede prosperar y que es la prueba de que el sueño americano es un mito que no funciona.
El 40 por ciento de las familias vive en esos moteles y de ellas, un tercio son madres solteras. Sobre las mujeres jóvenes, blancas, hispanas y negras recae todo el peso de una crisis que ha dado como resultado a Donald Trump. "En realidad el único votante de Trump de entre los personajes sería el de Willem Dafoe", explicaba el director en Madrid. El actor está nominado al Oscar por este papel, el del gerente de uno de esos moteles. Es el único intérprete con experiencia. El resto son habitantes de la zona, como la protagonista, Brooklyn Prince. Como ocurre en Verano 19993, en Florida project, la historia la conocemos a través de las miradas, conversaciones y juegos de esta niña con sus amigos, que parecen no entender el mundo de los adultos: prostitución, mudanzas cada dos por tres y peleas.
Es una mirada a los redneckks, la llamada white trash o los chavs, que describe Owen Jones, sin paternalismos, pero sin humillaciones. No hay heorísmo, como encontraríamos en el cine obrero de Ken Loach, o de otra manera, en el retrato de la clase trabajadora de Clint Eastwood.
Hay un contraste más, el de la sucia realidad del país más rico del mundo, que esconde lo que no quiere ver en las afueras de Disneyworld, con la luminosidad de la fotografía y los planos que Baker compone en esta cinta que, como suele ser habitual en películas que cuestionan el statu quo del neocapitalismo, no ha llegado a los Oscar.