La mano de Comín
Madrid
El wasap es tan peligroso como las fotocopias. Se sabe dónde acaban y nunca sabes dónde está el original. El wasap, además, desata la histeria de compartir. Recibes un mensaje, simpático o indiscreto, y ya tienes el dedo preparado para enviárselo a otro, buscando que la carcajada o el regocijo o el cotilleo crezcan a gusto de los inventores de esta infinita fotocopiadora que es el móvil. El joven Comín dejó ayer que su mano quieta hiciera de fotocopiadora. Y ahora apela a la intimidad. Como los novios cazados en flagrante indiscreción.