Lo que pudo ser y no fue
Hagan confeti con todas las banderas que pillen, asómense a la ventana y lancen los papelillos al viento, al tiempo que gritan conmigo: ¡Feliz 2018!
Obligados por la tradición a comer polvorones y a hacer un resumen del
año, juguemos un rato a la extravagancia de entrever aquello que pudo ser
y no fue, porque el otro disparate, el real, el que mamamos día a día, ya nos
lo sabemos de carrerilla. El jueves 26 de octubre, por ejemplo, Puigdemont
pudo hacer caso a su círculo más sensato, pero eligió alinearse con los más
iluminados de la partida. Antes y después, él mismo y el presidente Rajoy
se alternaron en el desvarío, que al despropósito de uno le sucedía el dislate
del otro. Pero también pasó en este 2017 que la izquierda pena en toda
Europa, fantasma amarrado a las cadenas de la absoluta falta de ideas. A
esa conocida crisis mundial se suma en España la división cainita que hace
inviable que alguna vez -¿años, décadas?- acabemos con el PP –o
Ciudadanos, que tampoco es manco- al frente de unos gobiernos ansiosos
de acabar con cualquier resto de Estado de bienestar que haya quedado
olvidado en las costuras de este neocapitalismo rampante que nos abruma.
Nos queda Portugal, cierto, tan pequeño y tan grande. Pero basta de
lloriqueos. Desdeñen ustedes a este vetusto y cenizo Ojo, hagan confeti con
todas las banderas que pillen, asómense a la ventana y lancen los papelillos
al viento, al tiempo que gritan conmigo: ¡Feliz 2018!
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