El día D partido por dos
En el endiablado panorama actual, dada la magnitud y gravedad de los desperfectos, ningún resultado será suficiente porque la fórmula para la solución no está en el recetario de ninguno de los partidos en liza
Madrid
Llegó el día D en una Cataluña dividida, el día D partido por dos. El día de hoy debería constituir un punto y aparte, una vuelta de hoja, comienzo de un capítulo distinto, pero sospecho que no ser así, que seguiremos en la zozobra.
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El resultado ofrecerá datos de gran significación, sin duda, pero no aclara demasiado. Si ganara el independentismo, incluso con mayoría, faltaría por saber si se reafirma en sus máximos, si los rebaja o los reconduce, consecuente con lo que descubrió el día que llego a culminar su sueño, llego incluso a proclamar la república, que no estaba preparado para llevarla a efecto, cosa que confesaron Artur Mas y Junqueras cuando no había 155.
Si el constitucionalismo obtuviera la mayoría parlamentaria tampoco sería fácil adivinar qué línea de acción podrían llegar a consensuar fuerzas que proponen muy diferentes vías de encaje de Cataluña en el Estado. Y no digo nada si han de aliarse, en los grados de vinculación que sea, formaciones de sentimientos identitarios opuestos cosidos por los Comunes, que aportan su propia complejidad interna.
En el endiablado panorama actual, dada la magnitud y gravedad de los desperfectos, ningún resultado será suficiente porque la fórmula para la solución no está en el recetario de ninguno de los partidos en liza. Tendrá que ser buscada, tendrá que ser construida con enorme trabajo político a partir, desde luego, de algo fundamental: la voluntad de vivir juntos y de cerrar un capítulo desdichado que solo conduce al enfrentamiento y al empobrecimiento. Pero, ¿existe esa voluntad?