La VentanaLa opinión de Carles Francino
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El modelo Marín

Reivindicarle frente a tanto griterío, tanta mediocridad y tanto cortoplacismo

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Madrid

Somos muy aficionados en este país a destacar las mejores cualidades de una persona cuando ya se ha muerto. No sé si eso responde a la mala conciencia por el trato que le dimos en vida o por algún otro sentimiento, pero suele funcionar así; y además hay casos donde es tan extremado el contraste que esas alabanzas postmortem suenan a impostura, huelen a hipocresía.

La opinión (05/12/2017) - El modelo Marín

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Pero creo que no es el caso del socialista Manuel Marín, a quien en las horas posteriores a su fallecimiento, le llueven todo tipo de elogios, políticos, desde luego, pero también personales; y esos elogios, por lo general, parecen sinceros. Igual tendrá algo que ver que llevara ya diez años alejado de la primera línea política, de la que se retiró bastante asqueado, pero no se aprecia hoy ningún resquemor hacia su legado y sí mucho agradecimiento. Merecido, a mi juicio, al menos por dos motivos: porque Manuel Marín no era sectario; no lo era, y en cambio hoy el sectarismo se extiende como una plaga. O sea que es muy obvia la diferencia como para no destacar esa cualidad.

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Yo creo que tenía tanto respeto a las instituciones, estaba tan obsesionado con la importancia de no zarandearlas y de mantener las formas que eso le vacunó contra la tentación del sectarismo. Y después porque contribuyó de forma decisiva a colocarnos en Europa. No sólo eso, es que aportó la mejor argamasa para un proyecto de esa envergadura que son las personas.

Miles y miles de estudiantes que se acogieron –y se acogen– al programa Erasmus le deben una parte básica de su proyecto vital. Por lo demás, suya es la frase, tan lapidaria como certera, de que: “Hoy ya no hay líderes en Europa capaces de tomar decisiones si las encuestas no acompañan”. Y así nos va, podríamos añadir. La lástima es que ya no tendremos oportunidad de comentarlo con él.

Pero sí al menos la posibilidad de reivindicarle frente a tanto griterío, tanta mediocridad y tanto cortoplacismo: yo reivindico el modelo Marín.

 
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