El padre bastardo del blues salvaje
Junior Kimbrough debutó tarde y grabó poco, pero su música y su forma de tocar la guitarra influyeron en notables bandas como The Black Keys
Madrid
Hay músicos que tienen una obra escasa, pero cuyas canciones han generado un nuevo torrente creativo en generaciones posteriores. Junior Kimbrough debutó tarde y grabó poco, pero su música y su forma de tocar la guitarra influyeron en notables bandas como The Black Keys .
Kimbrough, natural de Misisipi, era hijo de un barbero y creció abrazado al blues, el de la escuela de artistas como Lightnin Hopkins. El joven, que comenzó a tocar en los años 50, se trasladó en los sesenta a Memphis donde realizó su primera grabación para el sello Goldwax, sello que declinó publicar aquellas sesiones que no vieron la luz hasta que en 2009, ya fallecido el músico. Ya en este siglo, el sello especializado Big Legal Mess compró aquellas grabaciones editadas como First recordings.
Aquel rechazo inicial relegó a Junior al circuito secundario, a tocar en locales de mala muerte por unas monedas y currando de lo que fuese. Su música no vio la luz hasta los años noventa. Su blues sincopado e hipnótico –comparado con el de John Lee Hooker o Ali Farka Toure- tardaría décadas en encontrar un público.
Ese momento llegó en los años noventa, cuando su primera grabación profesional de 1967 solo estaba en la memoria de los coleccionistas más incisivos. Sus intentos de grabar en los setenta y ochenta, plasmados en sencillos para sellos de escasa distribución no tuvieron mucho impacto más allá de un par de temas incorporados en un recopilatorio de blues editado en Europa, aunque en esos años debutó en Nueva York dentro de la programación del Lincoln Center, lo que muestra que aunque no fuese un músico de grabaciones sus actuaciones si estaban bien valoradas. Por esa época, finales de los ochenta principios de los 90, Junior abrió en Chulahoma, un lugar de mala muerte en el condado de Marshal al norte de Misisipi un juke joint, una especie de fonda con comida, bebida y música en directo que fue su campamento base hasta su muerte. Allí grabó y tocó con frecuencia durante años y el sitio atrajo a muchos músicos amantes del blues como Keith Richards Bono de U2 o Iggy Pop hasta que el local ardió en 2004.
En ese clima de reconocimiento incipiente llegó la gran oportunidad del bluesman de la mano del sello Fat Possum. En 1992 Junior Kimbrough grabó su primer disco, un álbum que recibió mucha atención y muy buenas críticas de medios importantes como Rolling Stone y sonó bastante en las emisoras estadounidenses. Aquel debut es una colección de canciones poderosas, la mayoría compuestas hace décadas y parte del repertorio del músico en sus actuaciones en directo. Un disco maravilloso que es una joya de coleccionistas difícil de encontrar, al menos a un precio razonable. En 1994, dos años más tarde y aprovechando el éxito de su primera grabación, Kimbrough volvió al estudio de nuevo de la mano del sello de Misisipi y grabó un álbum enorme de título maravilloso Sad days lonely nights (días tristes, noches solitarias).
Con este segundo disco, editado cuando el músico tenía 64 años, Junior se convirtió en todo un fenómeno para los amantes del blues y sobre todo para músicos y guitarristas que tenían el blues como influencia. El disco funcionó muy bien y Kimbrough dio un importante salto de calidad en su carrera pasando a tocar en locales más grandes, en ciudades importantes y en festivales de renombre. Había conseguido, tras toda una vida tocando, que su música llegase a la gente.
En 1997 fue el turno de Most things havent work out un álbum continuista en la línea de la obra de Junior, un disco marcado por la guitarra del bluesman, por esos tonos hipnóticos y por la belleza de la sencillez del blues, canciones que reflejan la vida de este compositor veterano que canta al desamor, a los errores y sobre todo, una constante en su obra, a la soledad, algo a lo que Junior tenía pánico como muestran canciones tan intensas como la fabulosa Lonesome Road.
Pero la buena estrella del musico no duró mucho. Un año después, en 1998, Junior Kimbrough falleció de un infarto al corazón. Su sello, el sello que le había dado la gran oportunidad de su vida, se rindió a su talento y en los años posteriores editaron varios álbumes con sus grabaciones inéditas y con lo mejor de su obra. El primero en llegar a las tiendas fue el espléndido Gods knows I tried, quizá el disco más adecuado para adentrarse en su obra. Luego llegaron los tributos. Dan Auerbach (The Black Keys), gran admirador de Junior y de su manera de tocar la guitarra, grabó en 2006 el homenaje de Chulahoma, aunque ya había grabado una versión suya en su debut (The Big Come Up). Chulahoma fue un tributo sentido y en cierta medida sencillo, más ambicioso fue el homenaje que en esta misma época editó el sello de Junior con una decena de artistas interpretando sus canciones, allí también estaban los Black Keys acompañados de músicos como Cat Power, Iggy Pop, Jim White, Espiritualized o Mark Lanegan.
Las reediciones, los recopilatorios y los discos tributos de la obra de Junior Kimbrough recuperan el legado de este bluesman maldito. Un tipo de vida dura que tardó 64 años en grabar su primer disco y que apenas grabó dos más antes de morir. Aquellos discos fueron su testamento, un legado escaso de canciones y largo de descendientes, tuvo 36 hijos, según cuenta la leyenda. Su influencia y su sonido van más allá de la fama o del dinero, del éxito tal y como se entiende en la música. Son parte de la tradición de la música rural americana, la que se transmitía en los porches del sur de familia en familia, de maestros a alumnos, en gente que no pensaba en el éxito o en grabar discos, pero que gracias a eso han conseguido trasmitir esos sonidos a nuevas generaciones.