El delito social
En el caso de algunas novatadas hablamos de una acumulación de delitos, algunos de ellos graves, en los que el fuerte se proyecta sobre el débil
Madrid
Todos los años alrededor de estas fechas se desentierra, en las páginas de sucesos, parte de un mundo que aspira a la clandestinidad total, el de las novatadas, por tanto siempre que se informa de él podría parecer que también se le arrincona un poco más. Yo no sé si soy tan optimista.
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Porque la desconfianza hacia el nuevo está incrustada en nuestro ADN. La forma brutal de resolver esa sospecha, especialmente en una comunidad de jóvenes, tiene explicaciones antropológicas. La semana pasada lo explicaba Christopher Kavanagh en un artículo en El Mundo: soportar experiencias colectivas dolorosas crea un recuerdo compartido que sirve como pegamento social, y solucionan un problema de adaptación: cómo valorar acertadamente las intenciones y la calidad de nuevos miembros.
Estas explicaciones obvian algo más: en el caso de algunas novatadas hablamos de una acumulación de delitos, algunos de ellos graves, en los que el fuerte se proyecta sobre el débil. Perpetúa un rol mafioso, que es el de la sumisión y el silencio, y deja trastornos en las víctimas. Hay varios fracasos en este tipos de actos: el fracaso de quienes los hacen y creen que el mundo funcionará así en la edad adulta, el fracaso de quienes efectivamente hacen funcionar así el mundo y el de quienes creen que las tradiciones no se rompen y que antes todo era mejor. Un error detrás de otro.
Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario...