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Aretha Franklin

El año mágico de Aretha Franklin

En 1967 la joven y veterana cantante reflotó su carrera con sus dos primeros discos para Atlantic

Aretha Franklin durante una actuación en Londres en 1968 / GETTY IMAGES

Aretha Franklin durante una actuación en Londres en 1968

Madrid

En 1967, Aretha Franklin tenía 25 años y una larga carrera a sus espaldas desde su temprana consagración como una diva precoz de góspel. Aretha llevaba años siendo una estrella y como tal había conocido algunos altibajos, en parte por culpa de los sellos discográficos que se empeñaban en conducir su carrera hacia el jazz y el góspel cuando la joven cantante quería volar hacia el soul.

Hace unos meses la anciana cantante anunció que se aleja de la música tras más de seis décadas siendo un referente para miles de artistas de todos los estilos. Su carrera es inabarcable e imposible de resumir con decenas de álbumes y distintas etapas, pero todo esto hubiera sido bien diferente sin el importante giro que dio en 1967 con los discos que aquel año grabó para Atlantic Records en los estudio de Muscle Shoals, Alabama. El primero, editado a principios de año es sin muchas dudas uno de los trabajos más eternos del soul, el fabuloso I never love a man the way I love you. Un disco mágico que relanzó la carrera de la hija del reverendo Franklin y que es uno de los trabajos más inolvidables de aquel año que vio el debut de la Velvet, los Doors o Grateful Dead.

El primer disco de Aretha para Atlantic redefinió el rumbo de su carrera y se ganó la eternidad. Era un disco fabulosamente producido, con una banda magnífica y un sonido dulce y poderoso. Un disco clave que poco después, a principios de agosto, tuvo continuidad con Aretha Arrives, un trabajo con versiones de los Rolling Stones, Willie Nelson o Rudy Martinez. Un álbum que volvió a golpear fuerte y que subrayaba el acertado cambio de rumbo de la cantante de la mano de Atlantic, que por fin habían sabido encontrar un sonido a una de las voces más poderosas de todos los tiempos, una chica que a sus 25 años tenía un hijo de 10, doce discos a sus espaldas y que había tocado en todos los grandes escenarios y que en este 1967 firmó los dos discos más importantes del soul, quizá no los mejores o los más exitosos, pero dos discos que redefinieron el sonido de la Reina del Soul. Una veintena de canciones que muestran el poder curativo del soul, la fuerza de unas composiciones ajenas que Aretha hizo suyas de una manera especial. Canciones eternas cantadas como solo ella sabía cantar.

Sin estos dos álbumes el soul quizá hubiese sido diferente, puede que la carrera de Aretha hubiese ido apagándose y sin duda nosotros no hubiésemos sido más infelices. Medio siglo después, el mundo es un lugar más habitable y humano cuando suenan algunas de estas canciones.

 
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