Tensión política y normalidad en la vida cotidiana
Josep Ramoneda reflexiona sobre la llegada de Trump a Europa, la Ley del Referéndum catalán y la entrada en vigor de la ley que permite que los hijos tengan como primer apellido el materno
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El dietario de Ramoneda: Tensión política y normalidad en la vida cotidiana
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Barcelona
Trump en Europa, entrando por Polonia dónde la derecha más reaccionaria le aplaude. Más allá de las brutalidades del presidente americano, con las que no cabe contemporizar, la cuestión de fondo es el ensimismamiento de Estados Unidos: el retorno al interés nacional por encima de todo. Lo que abre una gran oportunidad a Europa para hacerse mayor. Hay que construir una política internacional y de defensa común, no subsidiaria de Washington, capaz de conseguir una voz compartida, generadora de una autoridad que ahora no se tiene. Y no se puede desaprovechar la ocasión. Por más que la boicoteen derechas como la española que ven en el papel de monaguillo americano su forma de estar en Europa.
Tensión política y normalidad en la vida cotidiana. La última teatralización del soberanismo catalán en torno a una ley del referéndum convertida en bandera antes de ser aprobada y las arrogantes respuestas del establecimiento político español con un repertorio de indignaciones impostadas y amenazas, cualquiera se imaginaría que Cataluña está a punto de estallar. Y, sin embargo, la vida sigue como siempre, la economía crece más que en cualquier otra autonomía, la inversión extranjera y las exportaciones baten récords, el turismo sigue disparado. El diablo independentista que asoma por las esquinas asusta a los políticos, pero no al dinero ni a los extranjeros, dos colectivos muy sensibles a los enredos.
Entra en vigor la ley que permite que los hijos tengan como primer apellido, el de la madre. Costará cambiar el orden: por el poder de la costumbre, de los hábitos adquiridos que tanto pesan en las comunidades humanas, pero también por el machismo espontáneo, tan instalado en la sociedad. Algunos medios cuentan que un hombre que fue a inscribir a su hijo ayer, preguntó: “Si le ponemos el apellido de la madre será cómo si no fuera mi hijo, ¿no?” Según su razonamiento, los niños registrados hasta ahora no serían de sus madres, y nunca se le había ocurrido pensarlo. Tardará a pasar el apellido de la madre al primer lugar y, sin embargo, quien ha llevado el hijo nueve meses debería tener una natural preferencia al dar identidad nominal al nuevo humano.