Pequeña Bola de Pelo
-Parece que solo el perro se alegra de verme -me quejo, según entro por la puerta y dejo el bolso en la cómoda, con la Pequeña Bola de Pelo como entusiasta escolta, todo giros y ladridos, y saltitos tras mis pasos

Historias a media mañana con Espido Freire (18/05/2017) - Pequeña Bola de Pelo
02:02
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Madrid
-Parece que solo el perro se alegra de verme -me quejo, según entro por la puerta y dejo el bolso en la cómoda, con la Pequeña Bola de Pelo como entusiasta escolta, todo giros y ladridos, y saltitos tras mis pasos.
Es la rutina diaria en una casa con adolescentes, que me gruñen hola, o que me echan en cara, como si hubiera cometido una falta capital, que se ha acabado la leche. No solo la leche: en mi ausencia han arrasado con todo como una plaga de procesionarias, los yogures, los cereales, las madalenas... Si no fuera porque estoy criendo a chicos alérgicos a su propia casa creería que cuando yo no estoy meten, a escondidas, a dos o tres de sus amigos.
Pequeña Bola de Pelo cierra los ojos y se frota en éxtasis contra mis piernas. No hace tanto, era mi niña la que se abrazaba a mis rodillas, con la misma pasión. Suspiro. Ya volverán. No sé dónde se han ido mis bebés, pero ya regresarán.
Entonces, escucho un sonido agónico en el salón.
- Mamá...
¿Fiebre tifoidea? ¿Ébola? ¿Qué peligro se cierne sobre mi hija que, tapada hasta el cuello, agoniza ostensiblemente en el sofá? Pequeña Bola de Pelo se me adelanta y le salta al regazo.
- Me duele mucho la tripa...
Y entonces, sí, los mimos, medirle la fiebre con un beso y prepararle una manzanilla calentita, y sentirme culpable por alegrarme porque mi hija se encuentre mal, pero qué sorpresa tan bonita recuperarla, qué placer el que haya vuelto.