Asalto
Nos entraron en casa mientras estábamos en el funeral de la abuela
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Historias a media mañana con Espido Freire (16/05/2017) - Asalto
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Madrid
Nos entraron en casa mientras estábamos en el funeral de la abuela. Regresamos aún llorosos, con una desolación infinita, y vimos la puerta abierta, un reguero de cristales rotos que procedía de las vitrinas del salón, y los libros en el suelo. Fue un asalto a la antigua, también robaron en las casas de mis hermanas. Supervisaban las esquelas y sabían que estaríamos fuera; nos dijeron que no es extraño.
Se llevaron dos relojes, uno de ellos una imitación, cuatro joyas, y los dos portátiles. En conjunto, muy poco dinero, y, por suerte, ni siquiera nada muy querido. Lo peor fue lo que dejaron: los sobresaltos, las pesadillas. La sensación de que mi casa había dejado de ser mi casa. Las huellas dactilares, reveladas por el polvo policial, y todo aquello que rompieron, que tocaron. Ya nada me gusta a mi alrededor. Me siento en el borde de las sillas, como si estuviera de visita. Observo las habitaciones con mirada ajena; alguna vez sentí algo parecido, cuando regresé de un viaje y me parecían pequeñas, abigarradas, anticuadas.
El martes nos sentamos las niñas y yo y comenzamos a retirar cosas. Muchos adornos que se habían mellado en esa invasión extraña. La tele se rajó de lado a lado, como si fuera un espejo. ¿Qué pensarían los ladrones frente a nuestras fotos, la de la comunión de mi hija, la de mi boda? Esas dos no las tiraron, se quedaron clavadas a la pared, con su cuelgafácil y nuestra cara de bobos felices. Quizás fue lo único que les gustó.