Viejas leyendas
Primero no podía creerse que fuera ella: entre el grupo de los amigos del instituto apareció su nombre, Ana, su rostro y su vida veinticinco años más tarde
Historias a media mañana con Espido Freire (19/04/2017) - Viejas leyendas
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Madrid
Primero no podía creerse que fuera ella: entre el grupo de los amigos del instituto apareció su nombre, Ana, su rostro y su vida veinticinco años más tarde. Con quince años no era muy guapa, pero con cuarenta lo que se le reprochaba de jovencita (una mandíbula marcada, la delgadez de cigüeña, los dientes de piano) le aportaba ahora una belleza desconcertante.
A Miguel le había vuelto loco ya como una cigüeña dentuda, de manera que fue testigo de su transformación y de la babosa adulación del resto de los compañeros casi como un cómplice. ¿Veis? Ya os lo decía. Y continuaba como era, dulce, un poco ingenua, un poco necesitada siempre de protección. Primero solo hablaban en el grupo. Después comenzaron los mensajes privados, te acuerdas, te acuerdas. Miguel no recordaba todo. Ana tampoco. Pero entre los dos reavivaron las viejas leyendas, los ocho meses en los que salieron convencidos de que continuarían juntos para siempre.
Primero no podía creerse que fuera ella, y después, que la hubiera dejado escapar. ¿Qué ocurrió? Un verano en el que él se fue a la costa y ella se quedó en el barrio. A su regreso, nada. Veinticinco años más tarde, todo, de nuevo, como si la espita se hubiera cerrado a la fuerza y silbara ahora bajo la presión. Pero qué hacer, hay una mujer, un exmarido, tres niños en medio. Por qué ahora, porqué no entonces, o hace seis años, cuando tenía las maletas hechas y en la puerta. Qué hacer, con qué parte del corazón vivir.