Esa estupidez del autobús

La brocha gorda, como todo el mundo sabe, es el arma preferida de humoristas soeces, escritores sin tino y profesores obtusos. Pueden elegir los dirigentes de Podemos que han ideado esa vergüenza ridícula del Tramabús en cuál de estas categorías prefieren encuadrarse.

La burda idea de 'la trama' lleva en sí misma el maligno virus de la grosera manipulación, tan grotesca como eso que la derecha llamaba el rojerío. Ya lo traía de fábrica aquel invento de 'la casta', un maremágnum amorfo, sin límites, jerarquías ni perfiles donde cabía cualquier persona, grupo o estamento que se les ocurriera a quienes utilizaban ese nebuloso genérico para insultar a sus adversarios.

Pero de personajes que se dedican a la vida pública, o que han vivido hasta ahora de dar clases en facultades de presuntas universidades serias, cabría esperar un poco más de finura, la utilización de un pincel más ligero que sirviera para dibujar la realidad con algo más de rigor y de mayores exigencias, incluso éticas. El criterio para elaborar ese incomible mejunje de churras con merinas que ensucia las calles ya sería suficiente motivo para inhabilitar a cualquier cañahueca con ínfulas incluso para actuar de animador en fiestas de cumpleaños. Pero la cosa es más grave si quien ha parido esta iniciativa quiere aparecer ante la ciudadanía como airado representante del pueblo oprimido.

Un despropósito, una patochada.