Mayor
¿Dónde se habrán grabado esas expresiones que escuchaba en mi adolescencia, y que ni siquiera recuerdo haber usado?
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Historias a media mañana con Espido Freire (30/03/2017) - Mayor
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Madrid
-Me aburro -ha contestado uno de mis alumnos, cuando le he llamado la atención.
-Pues cómprate un burro – ha sido mi respuesta, y el chico me ha mirado con tal compasión que me he sentido como si fuera yo quien estuviera alborotando la clase, con unos vaqueros pegadísimos y una camisa estampada, sentado al pupitre ante un profesor que, obviamente, había vivido ya sus mejores años.
¿Dónde se habrán grabado esas expresiones que escuchaba en mi adolescencia, y que ni siquiera recuerdo haber usado? ¿Cuándo dije nasti de plasti, o algo tan inverosímil como date el piro vampiro?¿Por qué surgen ahora de mi boca con naturalidad, para avergonzarme ante estos chavales que no perdonan una, que necesitan colocarme en el otro lado de la trinchera para sentirse ellos héroes? No solo me estoy convirtiendo en mi padre (los mismos gestos inconscientes, las mismas gafas de pasta) sino en un símbolo andante de mi generación. Observo a estos chicos como si la cosa no fuera en serio y la edad no pasara de un simulacro, una concesión que les permitimos por un rato: porque continuamos siendo jóvenes, ¿verdad? Pese a las canas, pese a que hace tiempo quienes se iban a quedar calvos lo asumieron, pese a que los hijos crecen y se van de casa, la vista cansada o los divorcios. Seguimos siendo los jóvenes, menos cuando una frase nos delata, y de pronto nos vemos antes los auténticos jóvenes, un poco ruborizados por la vergüenza ajena, mira el profe, eso lo dice mi padre, quieren hacerse los colegas. Dabuten. Guay.