Veronica Lake, la melena más imitada del cine clásico
En “La crónica negra de Hollywood” recordamos esta semana el auge y caída de una de las actrices más carismáticas de los años 40 del siglo XX.
Madrid
En una votación realizada en 1943 los soldados del ejército norteamericano la eligieron la estrella femenina más popular y cuando los marines descubrieron una isla volcánica al sur del Pacífico la bautizaron con su nombre. Veronica Lake fue la viva imagen del cine negro: atractiva, sensual y con cierto aire de misterio. Un producto creado por Hollywood, la vampiresa elegante y enigmática, pero el personaje resultó tan limitado que no pudo prolongarse en el tiempo y apenas dos décadas después la actriz se había convertido en una mujer sola, desvalida y alcoholizada.
Su pelo sedoso y largo le caía sobre la cara ocultando uno de sus ojos. Este peinado fue bautizado con el nombre de peekaboo e imitado por muchas mujeres de la época. Tanto se puso de moda que el Departamento de Guerra de los EE.UU prohibió a las operarias que trabajaban en las fábricas de armamento llevar ese peinado ya que al llevar un ojo tapado por un mechón de pelo se producían numerosos accidentes.
Su padre murió en un accidente laboral cuando ella tenía 9 años y aquello le provocó un trauma del que nunca se recuperaría del todo. Durante su adolescencia la diagnosticaron esquizofrenia paranoica. Todo ello determinó la compleja personalidad de Veronica. Fue su madre la que se empeñó a toda costa en que fuera actriz y la que le consiguió una audición en Hollywood a finales de los años 30. Debutó en el cine en 1939. En su segunda película, “Forty little mothers”, tenía solo un pequeño papel pero todos los ojos se fijaron en ella. Lo que causó sensación fue su pelo y sobre todo su forma de peinárselo. La revista “Life” publicó un reportaje fotográfico sobre la joven actriz y de la noche a la mañana Veronica Lake se convirtió en una estrella.
Su primer gran éxito fue la película “Los viajes de Sullivan” en el año 1941, al que siguió “Me casé con una bruja” de René Clair, comedia que años más tarde inspiraría la serie de televisión “Embrujada”. Pero Veronica Lake encontró su mejor acomodo cuando la emparejaron con el actor Alan Ladd. El galán rubio solo medía uno sesenta y cinco de altura por lo que los uno cincuenta de Veronica resultaban ideales. Juntos rodarían una serie de películas como “El cuervo”, “La llave de cristal” o “La dalia azul” que están entre lo mejor del cine negro de los años 40.
Ya durante su etapa de mayor éxito empezó a tener problemas. Tenía reputación de actriz difícil con la que muchos directores y actores no querían trabajar. Su vida personal tampoco marchaba bien. En 1940, cuando todavía era una desconocida de 17 años, se había casado con el director artístico John Detlie con el que tuvo una hija. Pero poco después volvió a quedarse embarazada y esta vez ya no deseaba el hijo por lo que decidió abortar. Para ocultar el asunto en la Paramount inventaron la historia de que había perdido al bebé al tropezarse con un cable y caer al suelo durante la grabación de un programa de radio. Aquel aborto y el posterior divorcio de su marido desestabilizaron mucho a la actriz y fue por entonces cuando empezó a abusar del alcohol. No tardó mucho en volver a casarse, esta vez con el director André De Toth, que convenció a Veronica para que volviera a ser madre, de un niño y una niña, hijos que en realidad nunca deseó y con los que jamás mantuvo una buena relación.
Hacia finales de la década de los 40 la decadencia llamó a su puerta irremediablemente. Varias de sus películas resultaron un fracaso. Uno de los más sonados fue el del film “Isn´t it romantic?” (¿No es romántico?) que es acreedor de la crítica más corta jamás hecha a una película según figura en el libro Guinness de los récords. El famoso crítico Leonard Maltin escribió simplemente una palabra al lado del título de la película: “¡No!”. Económicamente las cosas también empezaron a ir mal. Su madre la llevó a juicio exigiendo una compensación económica por todos los años que había dedicado a que la niña se convirtiera en actriz. Veronica fue condenada a pagarle una pensión de por vida. Pero su verdadero problema era la vida de derroche que llevaba junto a André De Toth. Llegó un momento en el que sus deudas superaban el valor de sus bienes. El Estado embargó todo lo que tenían y Veronica Lake y su marido se declararon en bancarrota. La pareja acabó divorciándose.
A mediados de los años 50 Veronica Lake contaba ya con dos fracasos matrimoniales, una carrera en declive y un problema cada vez mayor con la bebida. Se fue entonces a Nueva York donde trabajó en televisión y en el teatro. Conoció al que se convertiría en su tercer marido, el músico Joe McCarthy, y durante un tiempo las cosas parecieron ir bien pero pronto volvieron los problemas: económicos, sentimentales y de adicción al alcohol. En los años siguientes Veronica Lake intentó desaparecer de la vida pública. Trabajó como una mujer anónima en una fábrica de ropa y también como camarera. Hasta que un día un periodista la descubrió trabajando en el bar de un hotel de Manhattan y la noticia salió publicada en todos los periódicos. La para entonces ya olvidada Veronica Lake recuperó cierto protagonismo.
A finales de los años 60 la actriz se rompió un tobillo y tuvo que abandonar la compañía de teatro con la que trabajaba por entonces. Sin trabajo y sin dinero fue arrestada en varias ocasiones por embriaguez y escándalo público y su salud mental declinó rápidamente. Fue recluida en un psiquiátrico ya que sufría de paranoia y estaba convencida de que el FBI la seguía día y noche. Cuando salió del hospital trató de ganar algo de dinero escribiendo su autobiografía con ayuda del escritor Donald Bain. El libro resultó un éxito y con el dinero que ganó intentó regresar al cine en 1971 produciendo una película de terror titulada “El festín de la carne” que ella misma protagonizó pero que resultó un fracaso estrepitoso, dejándola de nuevo en la ruina.
En 1973 durante un viaje a Vermont sintió fuertes dolores en el abdomen y fue hospitalizada. El alcoholismo que padecía le había producido una hepatitis y una insuficiencia renal. Por fin el 7 de julio de 1973 murió en el hospital, completamente sola. Ni sus hijos ni su madre quisieron acudir al entierro. Sus fotos de la época gloriosa volvieron a publicarse entonces acompañando los obituarios y todo el mundo recordó a aquella vampiresa de los años 40 a la que las mujeres imitaban y por la que suspiraban los soldados. Una más de la colección de muñecas rotas de Hollywood.
Antonio Martínez
Lleva más de 30 años en la SER hablando de cine y de música. Primero en 'El cine de Lo que yo te diga',...