No nos cabe nada más en el estómago

Madrid

Todo es susceptible de empeorar. Pensamos, un día, que el desacuerdo entre las fiscales murcianas del caso Púnica y la fiscalía general del estado por la imputación del presidente de esa comunidad, y el posterior apoyo explicito del ministro de justicia a la fiscalía y el ataque a las fiscales, era el límite que podíamos soportar sobre las eternas dudas sobre la separación de poderes, pero resulta que había más.

Resulta que el cesado fiscal superior de Murcia, Manuel López Bernal, esta mañana aquí en la SER, ha contado con toda la crudeza del mundo, las presiones e intimidaciones que sufren muchos fiscales en su lucha contra la corrupción. Ha explicado cómo se denuncian estas presiones e intimidaciones y cómo estas denuncias no prosperan. Pero es que había más.

Había más porque poco después de escuchar, estupefactos en la radio, las declaraciones del fiscal cesado, conocíamos la decisión de la Audiencia Provincial de Baleares sobre Iñaki Urdangarín. Y la audiencia ha decidido que vuelva a Ginebra a vivir allí con total normalidad, con la pequeña molestia de tener que acudir una vez al mes a un juzgado de esa ciudad. Ni fianza, ni retirada de pasaporte, nada... Urdangarín a casa, en Suiza. Y además las magistradas consideran que no tienen que explicarnos por qué han tomado esta decisión porque dicen, textualmente, que las particulares circunstancias de Iñaki Urdangarín son sobradamente conocidas y las eximen de un pormenorizado análisis.

Y después ha salido la sentencia de las tarjetas black. Y así, como el grifo que gotea, vamos asumiendo uno tras otro los escándalos, las sentencias, las mentiras, la corrupción. Lo hemos incorporado todo a nuestro paisaje, al paisaje de un país que amenaza con pudrirse. De tanto escándalo le hemos dado rango de normal a un fiscal que denuncia intimidaciones, a una sentencia que devuelve a su casa a Iñaki Urdangarín. Lo escuchamos y ya nada nos sorprende.

Cómo nos va a extrañar si ya no nos cabe nada más en el estómago. Y ese es el peligro... que la actitud de los ciudadanos sea la coartada para los responsables de todo lo que les he contado hasta ahora. Nosotros normalizamos los escándalos, los que mandan normalizan nuestra apatía y así, poco a poco, la democracia se va deteriorando cada día un poco más.

Únete al canal de WhatsApp de la SER