Vuelo

Madrid

Cortaba el cielo una uve de pájaros migrantes. En la distancia se veían las alas en movimiento, una formación que volaba al sur, y que anunciaba que la nieve y los hielos caerían pronto sobre los montes, las ciudades y los ríos congelados. Durante días atravesaron el país, hacia unas tierras más cálidas y añoradas por la memoria genética. Los que no pudieron salir a tiempo se arriesgaban a grandes peligros; como la golondrina de Oscar Wilde, quizás murieran a los pies de una estatua envejecida. La selección natural, la crueldad casi olvidada de la naturaleza idealizada en flores y animalitos.

El cielo carece de límites, pero la tierra se encuentra cuarteada en fronteras. En la distancaa se veían filas en movimiento, una hilera de personas que intentaban escapar al norte, porque la guerra, la nieve, las bombas, habían caído sobre sus ciudades en ruinas y su vida truncada. Durante días atravesaron los países, hacia unas tierras a las que se les llenaba la boca de modernidad y de progreso. Los que no pudieron salir a tiempo quizás hayan muerto ya, como pájaros olvidados por una civilización de ceguera y de prisa, de noticias que envejecen ante ojos occidentales. Los que, en forma de flecha, en desbandada, en familias o de uno en uno han llegado hasta ese límite aguardan bajo las mantas prestadas a que puedan ser algo más que pájaros de paso, cifras que se ahogan en el Mediterráneo o que caen en silencio entre los caminos de escarcha. La crueldad, nunca olvidada, de los humanos.