Mala sangre
Yo no digo que Silvia sea mala persona, solo que en este punto se comporta como si lo fuera
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Madrid
Eso es de mala intención, y de mala persona. Yo no digo que Silvia sea mala persona, solo que en este punto se comporta como si lo fuera. Cada cual tenemos un punto débil, una zona errónea, un talón de Aquiles. He leído mucho al respecto. El suyo es la vanidad. Si puede echarte una mano, lo hará, menos en este punto. Nos conocemos desde hace muchos años. Comenzó de novia con mi hermano cuando coincidieron en el instituto, imagínate si la conoceré. De memoria.
Silvia resulta, desde fuera, una mujer admirable: tres chicos, uno de ellos, aunque sea mi sobrino, insoportable, un buen trabajo, y la misma talla que cuando se casó. No me siento orgullosa de definirla así; cualquier podría creer que la envidio, o que la reduzco a un cliché. Es lo que se ve en el exterior.
Entonces, ¿qué necesidad tiene de humillarme? ¿Por qué compite?
Todo comenzó hace años, en Nochebuena, en mi casa. Ella trajo un budin casero. Silvia, por supuesto, cocina, y encima, bien. Qué budin. Qué seda en la boca. Y, obviamente, entre los halagos (ella se esponjaba, cubierta de lentejuelas), le dije.
-Ya me darás la receta.
- Claro, bonita.
¿Claro, bonita? ¡Hipócrita! ¡Mentirosa! Seis años lleva dándome mal la receta. El primer años creí que era casualidad, que yo me había liado con las cantidades. Aquella cosa licuada… Pero seis años no. Y ya me he plantado. Yo este año no pienso dirigirle la palabra. Y no voy a probar su budin. Porque a mí eso no se me hace.
