Desconexión

Madrid

Ayer, en el club Siglo XXI de Madrid, dio una conferencia el vicesecretario de comunicación del Partido Popular, Pablo Casado. No se puede decir que no haya comunicado bien. Una de las ventajas de haber sido criado como purasangre de la comunicación es que trasladas de forma transparente a la sociedad el mensaje que quieres trasladar, y también el que realmente trasladas.

Ya tiene que ser una comparación llamativa cuando el público de tu conferencia levanta ese maravilloso murmullo de escándalo. Pero es una respuesta inocente. Es una respuesta inocente a una pregunta improvisada. Por tanto, conviene estudiarla con la misma delicadeza que un meteorito cuando cae del cielo. Pablo Casado, por ejemplo, demuestra que la desconexión de Cataluña no es la única que se está realizando en España. Hay una desconexión social entre el Gobierno y los ciudadanos que normalmente se ve mitigada por el propio oficio del político.

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Cuando creces y te formas en una clase privilegiada, como parte de un universo en el que los dramas laborales consisten en hacer quince consultas médicas al día, se te exige un esfuerzo mayor que al político que crece en una familia de camareras de hotel. Un esfuerzo para saber, aunque te cueste, que la vida no es un coche con chófer, un reservado en un restaurante, un hotel esperándote con la cama hecha y mucha gente alrededor susurrándote lo importante que eres. Cuando creces y te formas en una clase privilegiada puedes elegir entre disfrutar de las comodidades que la vida te dio o dedicarte al servicio público. Por eso, si quieres gobernar lo primero que debes hacer es saber que la mayoría social no tiene nada que ver contigo y con tus problemas. Así que no los airees, porque a nadie que cobre dos euros por hacer una habitación de hotel le importa los sufrimientos de tu hermano médico. Que seguramente los tiene, pero el clasismo también consiste en creer que los problemas que puede tener un médico tienen que ver con los problemas que puede tener un camarero. Porque lo que se consigue es relativizar problemas de un mundo al que no perteneces, que no te afectan, y al que, sin embargo, quieres gobernar.