Estrellas de la revolución
Creo que en un país demasiado proclive a flagelarse estaría bien que sacáramos pecho y que disfrutáramos de esta revolución gastronómica
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La opinión de Francino (23/11/2016) - Estrellas de la revolución
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Madrid
Ayer, cuando estábamos ya terminando el programa, le comenté a Isaías Lafuente que hoy nos íbamos a estrellar. Se lo dije broma, ¿eh?, porque no hemos chocado con nada ni hemos sufrido ningún accidente. Quizás hubiera sido más propio –y más preciso- haberle dicho que hoy nos va a caer encima una lluvia de estrellas. Eso sí es verdad, ¡y bendita lluvia! Porque hoy les hablamos desde Girona, estamos en Mas Marroch, donde esta noche se celebra la gala de las estrellas Michelin.
Así que en apenas unas horas sabremos cuántos restaurantes españoles –y portugueses- obtienen ese reconocimiento que supone ingresar en un club, yo diría sobre todo de excelencia. Se puede comparar con ganar un Oscar, o un Goya, con jugar en la Champions, o con ser deportista olímpico, da igual, con lo que quieran; pero es algo muy importante.
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Yo sé que alguien estará pensando ahora mismo: “Esto es cosa de cuatro pijos, de tipos con mucha pasta y en poco o nada repercute en la vida de la gente”. Bueno, pues no es verdad, o yo al menos creo que se trata de un craso error, y de un prejuicio. Entre otras cosas porque 8 millones de turistas vinieron el último año a España por motivos gastronómicos, y se dejan mucho dinero, muchísimo.
Pero no es sólo eso. Las estrellas Michelin, de las que cada uno puede tener la opinión que le plazca, certifican desde hace años una de las grandes revoluciones –posiblemente la mejor- que ha vivido este país en mucho tiempo: la revolución gastronómica, de la alta cocina. Ojo, alta no por inaccesible sino por su calidad, su innovación, su talento y también su coraje.
Y ahí entra todo: los fogones, el producto, el I+D+i, la formación…en fin, creo que pocos, muy pocos sectores han vivido –o están viviendo aún- un proceso de renovación y de internacionalización tan brutal como el gastronómico: desde el vino hasta el aceite, desde el jamón hasta la tapa, todo.
Y creo también que en un país demasiado proclive a flagelarse estaría bien que sacáramos pecho y que disfrutáramos de esta revolución. Yo estoy convencido y me apetece mucho compartirlo esta tarde con todos ustedes.