La mestallización del Congreso

Madrid

Últimamente no coincido mucho con los reyes. Además, esos días en el Congreso (ayer, sesión de apertura de las Cortes de la XII legislatura) hay un cierto aire a día histórico que conviene evitar. Uno de los pasatiempos favoritos de los últimos cinco años en España es esquivar días históricos. Es mejor seguirlos por la tele.

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Me pareció percibir una mestallización del Congreso de los Diputados. Mestalla es el campo del Valencia en el que se jugó aquella final de la Copa del Rey entre Athletic y Barcelona; la final de los silbidos y la reprobación general de la monarquía por parte de las dos hinchadas. Ese futbolerismo se ha desplazado mucho más sutilmente a un lugar en el que el Rey ni soñaría, que es el Parlamento.

Aquí no se han repartido silbatos. Pero el ambiente casi los pedía. De todos modos me ha parecido curiosa la dureza de Podemos. Hace unos días Monedero daba una entrevista muy interesante en ‘El Español’. Hablaba de la campaña moderada del partido, y como en nombre de esa campaña Iglesias se había llamado "socialdemócrata" y dicho que Zapatero había sido el mejor presidente de la democracia. Literalmente dijo "en nombre de esa campaña". Si del tipo de campaña electoral que eliges depende tu definición ideológica, y tu relación con las instituciones, hay un problema de credibilidad. Porque los que queremos que la infanta Leonor sea dentro de 15 años una magnífica arquitecta, una magnífica doctora, una magnífica camarera o lo que ella quiera y pueda, pero nunca una magnífica reina, no sabemos si sentarnos a su paso, como Zapatero con Estados Unidos, o regalarle Juego de Tronos.

Lo que más me ha gustado del discurso del Rey ha sido su duración: 20 minutos. Más de 40 minutos sería investidura. Y entonces sí que habría que repartir silbatos. Además de las tradicionales reminiscencias navideñas -siempre que un rey habla hay cerca un cuñado-, me ha sorprendido su parcialidad. Se ha mojado un poco. Digo que sorprende porque su trabajo es no hacerlo.