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Madrid

Puede decirse que en Nueva Delhi están tan preocupados de que gobierne Donald Trump que los adultos no pueden ni salir de casa, que los niños no pueden ni ir al colegio. Puede decirse también que no hay obligación moral hoy en día más importante que evitar que ese trabajado boceto de fascista americano que es Donald Trump llegue a la presidencia más poderosa del mundo. Digo esto, que es muy importante, precisamente para relativizar lo que nunca pensamos que se podía relativizar, que es la acción meramente ideológica de los hombres. Porque en Nueva Delhi no se puede salir de casa, no se puede ir al colegio, por algo tan sencillo como el clima. Porque los niveles de contaminación son tan altos que estos días la ciudad es invivible.

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Cuando al cambio climático se le llama el primer problema mundial se recogen las clásicas muecas de escepticismo, o incredulidad. Si algo enseña el periodismo es que a veces las noticias que despiertan menos interés, por pesadas o por trabajar con supuestos y proyecciones a largo plazo, suelen acabar siendo las más graves. Y en este mundo de guerras resueltas a bombazos el clima tiene un atractivo especial como enemigo, muy cinematográfico. De hecho si se hiciese una película de esto la sinopsis sería algo así como: “El hombre calienta el planeta por encima de sus posibilidades”.

Nueva Delhi es una ciudad intoxicada, literalmente, y lo que ocurre allí estos días no es una excepción exótica sino un ‘spoiler’, un laboratorio de pruebas en el que el mundo debe mirarse para saber de qué hablamos cuando hablamos de cambio climático: no sólo de fenómenos meteorológicos sino de no salir de casa. De no vivir por contaminación propia.