Futuro
Carmen, con un gesto algo rígido, pero cortés, le ofrece unos pasteles a Emma, la novia de su hijo
Madrid
Carmen, con un gesto algo rígido, pero cortés, le ofrece unos pasteles a Emma, la novia de su hijo. Les pregunta si quieren café, ¿no se van a quedar para el café? A Diego se le nota sorprendido, a Emma, desconcertada. No, que no se moleste.
-No es molestia, contesta Carmen.
Su marido anuncia que va a dormirse una siesta. Aún más cohibidos, los dos jóvenes inician la retirada.
A Carmen le molesta de una manera indecible todo ese paripé. Ni ella es mujer de ofrecer café con pastelitos, ni de jugar a la suegra malvada. Si lo ha hecho ha sido porque su hijo se lo ha pedido. A veces le sorprende, tan convencional, como si se aferrara a lo viejo por no atreverse a lo nuevo.
Por primera vez, Carmen le ofrece a la futura nuera la mejilla para que la bese. Un contacto frío de una chica fría. Luego, pensativa, recoge la cocina. Diego acompaña a la chica al coche, y luego sube y abraza a su madre por la espalda. Le da un beso en el cuello.
-Gracias, mamá –le dice-. Te aseguro que es buena chica.
-Ya veremos, piensa Carmen, escéptica. Es generosa, y no lo formula en alto. Pero no sabe mentirse, y sabe qué vendrá a continuación. Espera equivocarse. Espera que no lleguen a casarse. Que si lo hacen, no tengan niños. Daría lo que fuera por equivocarse, sí. Pero sabe que no se equivoca.