Cosecha de otoño

Madrid

Por esta época me gusta desperezarme y salir a respirar el aire fresco de la mañana. Durante muchos años madrugué para cargar fruta en el mercado central y venderla luego al detalle en mi frutería. Luego me jubilé y ahora no tengo ninguna necesidad de volver aquí, pero lo hago, por hábito, por gusto, y un poco también por fastidiar. Revoloteo entre los puestos del mercado, mezclado entre la gente que compra las frutas y las verduras de otoño y tengo que contenerme para no aconsejarles qué comprar, y qué no.

Es mi estación preferida: las uvas chorrean en largos racimos de colores, y bastan ellas solas para alegrar una mesa. Hay granadas sanguinolentas, que son buenas para todo, y que entretienen mucho a los abuelos que tienen por delante mucho tiempo. Las mandarinas, que son como naranjas impertinentes, la profusión de berzas, y coles, y colifores, esa verdura geométrica nueva que llaman romanesco y los nabos blancos, que salvan un cocido.

¡Y las calabazas! En las verdulerías también imperan las modas. No cambian a la velocidad de otros escaparates, pero también varían. Hay temporadas de calabacines, y temporadas en las que no los quieren ni regalados. Hace algun tiempo fue la piña, ahora, la calabaza. Pero ahora soy un fantasma. Y mi manos atraviesan las granadas, y las uvas, más jugosas que nunca, sin poder atraparlas en otoño.