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Wyoming: "Soy muy buena persona, pero quiero poco"

El presentador nos ha llevado de paseo a través de las anécdotas de su infancia presentes en su libro '¡De rodillas, Monzón!'

El Gran Wyoming retrata cómo fue su infancia en 'Hoy por hoy' con Gemma Nierga. / P.P.

Madrid

Al ritmo del primer éxito de Los Bravos, La parada de autobús, le dábamos la bienvenida al Gran Wyoming a Hoy por hoy con Gemma Nierga. Con aquella canción rememoraba su infancia con la que empezaría a hablarnos de su libro autobiográfico ¡De rodillas, Monzón!."Enfrente de mi casa vivía Manolo, el teclista de Los Bravos", comentaba sobre el músico. Un artista, cuyo trágico final dejó perpleja a la sociedad española. "Como era pequeño, me ocultaron que se suicidó", añadía. Por aquel entonces, el Gran Wyoming era tan solo un niño de cinco años que residía en el barrio de La Prosperidad, donde todavía no había llegado el metro, y al que se refería como un "universo aparte". "Este personaje era mucho más importante que Butragueño o Maradona, porque era real", decía refiriéndose al teclista de Los Bravos.

Wyoming: "Me crie en un mundo de chicos"

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Ha pasado mucho tiempo desde aquellos recuerdos. Ahora, hay tras sus espaldas 61 años y ya no queda nada de esa mirada de niño. De hecho, el día en el que cumplió la sesentena, un amigo le advirtió de que por su boca comenzarían a salir frases del tipo "antes, todo esto era campo", a lo que él, le respondió: "Llegas tarde, llevo 10 años diciendo eso", recordaba entre risas.

Su infancia es una gran etapa a la que le dedica varios capítulos de su libro. Contaba cómo fue la llegada por primera vez al pueblo manchego de sus abuelos por "donde no pasaba la general", y donde él era "el hijo de 'la María de la Piedad'".

Y precisamente a su madre, María, le dedica las páginas más tristes de su obra. Padecía una depresión profunda, enmarcada en un tiempo en el que no se podía hablar de enfermedades mentales. "Teníamos que decir que estaba bien". Y el sanatorio, donde pasó mucho tiempo, acabó siendo un lugar habitual en la infancia del pequeño Wyoming.

El vacío que su madre dejó en casa, dice, ha tenido que pagarlo. "Yo soy muy buena persona, pero quiero poco", comentaba refiriéndose a su personalidad. "Me lo han dicho todas mis parejas", añadía. El contacto físico, los arrebatos de cariño y los besuqueos, no los soporta. Ni qué decir de regalarle a su padre un te quiero. "Los hombres no hablábamos de eso", respondía. "Yo vengo del mundo del Cid Campeador", comentaba entre risas."Yo vengo del mundo donde las mujeres no hablaban en público cuando un hombre estaba hablando y por supuesto tenían prohibido opinar. Esto es así", aseveraba.

Con este ambiente, el pequeño Wyoming se pasaba las tardes en la rebotica de la farmacia de su madre. "Me crie ahí", afirmaba. Pero no estaba solo porque lo arropaban otros muchos niños. "Los niños teníamos que aprender el arte de la invisibilidad, porque si no, llovían cachetes", recordaba. Así, contaba cómo se hizo pis en el mostrador de la botica cumpliendo su amenaza de orinarse si su madre no le daba lo que quería. Y junto a su madre, la figura de su padre también esconde una gran historia. "Mi padre se quedó sin padres siendo pequeño, en un mundo muy jodido", comentaba.

Aunque parezca mentira, él jamás se ha considerado muy dado a la risa, pero con el tiempo ha cultivado esta faceta graciosa para "ser soportable", dice. "Soy verborreico", explica. A lo cual, le pone solución a través del humor para ser aceptado. Y todo el mundo le regaña por hablar demasiado.

En su adolescencia, sin embargo, no era capaz de plantarse frente a una chica y dirigirle la palabra. "Yo me crie en un mundo de chicos", reiteraba. "La primera vez que tuve que estar con una chica, me escondí", recordaba.

Y uno de los grandes capítulos del libro hace referencia a su primera experiencia sexual. Para ello, tuvo que irse hasta Ámsterdam, donde consumó con una enfermera. "Era una cosa que aquí no se hacía", comentaba. Sin embargo, desde niño tenía conversaciones sobre sexo con sus amigos. "Solo una pareja de mi grupo de amigos había hecho el amor", recordaba. A lo que, todos escuchaban con admiración los detalles de sus experiencias. "Para hacer eso tenías que irte al extranjero, donde sí se hacía", decía. "A mí los monumentos me importaban un carajo", comentaba entre risas.

Allí, en Ámsterdam, buscando iniciarse en las relaciones sexuales se topó con algo que jamás pensó que encontraría: la libertad. "Había muchos tipos de personas que podían ser". "Que hubiese un hombre con pelo largo tocando la guitarra y fumando un porro y que no le apalearan los guardias, me parecía insólito", explicaba. "Cuando volví me pegaron unos guardias por llevar el pelo largo", contraponía.

Y con sus primeros pasos hacia la libertad y la madurez, terminaba el libro ¡De rodillas, Monzón! que contaba con pasión ante Gemma Nierga. Sin embargo, dejaba la puerta abierta a un segundo libro que pueda explicar cómo pasó de ser el pequeño Wyoming al hombre que es ahora.

 
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