Rosa y roja
Tres niños pequeños le generan mucho trabajo, últimamente, más
Madrid
-No puedo más -se dice, y luego, repite en alto- ¡No puedo más!
Durante casi una hora ha recogido la ropa, los juguetes, ha puesto la lavadora, ha hecho la ronda por los cuatros, ha estirado las sábanas y las colchas, ha recogido más juguetes, ha encontrado ropa que debería haber metido en la lavadora. Y se ha escapado una hora, ya.
Tres niños pequeños le generan mucho trabajo, últimamente, más. Rosa ha adelgazado. Hay sombras oscuras bajo sus ojos, y sabe que debería aplicarse una buena crema. Dedícate tiempo a ti misma, le dicen, mímate. Pamplinas que casi la indignan ¿Para ella? ¿Cuánto hace que no se dedica un momento a sí misma? Extenuada, se deja caer en el sofá. Si no se da prisa, no podrá hervir la verdura como tenía planeado, ni congelarla, y eso descuadraría la organización de su día, y de la semana, y de… pero sigue allí, tumbada. Derrumbada. En el suelo ve la zapatillita roja de la pequeña, una niña preciosa y de mucho carácter. Entonces, en la casa en silencio, en mitad del caos cotidiano, se da cuenta, como si un relámpago brillara ante sus ojos, de que es feliz, de que ha obtenido todo lo que siempre quiso, que sus quejas no son más que ganar tiempo para respirar y seguir adelante, porque es feliz, completa y absolutamente feliz.