El muerto viviente
-¿Cómo que te han despedido?
Madrid
-¿Cómo que te han despedido?
-Como lo oyes.
-Pero... ¿Así, sin más?
De qué le serviría explicar que no ha sido sin más, que desde hace meses se lo temían, que corría un runrun por la empresa, y la única incógnita que restaba era saber quiénes y por cuánto. Al final han sido todos y por nada.
-¿Cómo que te han despedido? Pero tenéis un convenio...
Cómo explicarle que el convenio no sirve para nada cuando se ha decidido que no todas las personas son personas, ni todos los derechos pueden ejercerse de la misma manera. Mejor callar, y añadir ese peso a los otros que ya se acarrean sobre la espalda, la vergüenza, la incertidumbre, la angustia que se ha convertido en un cristal que araña el pecho como un muerto enterrado prematuramente que intentara, desesperado, salir del ataúd. Para eso se acuñaron las frases hechas, para que no enloqueciéramos en momentos como estos, para que protegieran con formalismos lo que en realidad querría gritarse.
- No puedes dejar esto así, habla con tus compañeros, haz presión.
- Sí, sí.
Para qué hablar de la estampida general y el qué hay de lo mío, la mirada de sospecha entre quienes hasta entonces eran compañeros, casi hermanos. Dos abrazos con dos colegas, la mirada de buey vencido ante un yugo muy pesado. Y luego, el regreso a casa, contar la verdad, contar las mentiras.