Geopolítica musical en Palmira
Rusia ha mostrado su músculo cultural y diplomático llevando a su orquesta estrella a la ciudad siria recientemente reconquistada al ISIS. No es la primera vez en la historia que Moscú considera a la música vital para su política exterior...
Madrid
La imagen es impactante: la orquesta del Teatro Mariinsky, buque insignia de la cultura musical rusa, tocando en las ruinas de Palmira, la ciudad siria recientemente retomada por el ejército de Bachar Al-Assad a las fuerzas del Estado Islámico (ISIS).
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El concierto lo dirigió Valery Gergiev, que además de ser un gran director es amigo personal de Vladimir Putin, y el propio presidente ruso saludó vía satélite a los asistentes al espectáculo. El mensaje era claro: Rusia lleva la cultura a donde antes sólo había barbarie y extremismo.
La consideración de la cultura como una herramienta más entre las disponibles para acentuar el prestigio y la importancia del país no es precisamente nueva para Moscú. A raíz de lo visto y oído en Palmira, recordamos otro episodio célebre, en esta ocasión de la Guerra Fría: el que enfrentó a Moscú y a Washington en la lucha por la supremacía en... la interpretación de Tchaikovsky.