Minimalismo en campaña

Madrid

Se lleva el minimalismo. Se lleva la deconstrucción. Se lleva acercar la comunicación a la imagen que los partidos tienen de los ciudadanos: que es ni más ni menos un conjunto de consumidores. Entre periodistas solemos decir, cuando nos hacemos la autopsia, que todo se empezó a estropear cuando comenzamos a tratar a nuestros oyentes y lectores de usuarios. Los partidos hace tiempo que abordan a sus votantes como consumidores. La potencia de la marca, los colores corporativos, la música y sobre todo el mensaje. Por eso cada vez más una campaña electoral es una campaña publicitaria de Navidad. Con su anuncio de rigor, por ejemplo.

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El anuncio de Ciudadanos transcurre en un bar, como es habitual; a ver cuándo profundizamos en la democracia y empiezan a rodarse esos anuncios en un ‘after’, en los que se dicen más verdades. Y ya he visto que también sale un señor muy compungido, y por supuesto Albert Rivera, que es la esperanza de todo el bar. Aparece en la tele para decir que el Gordo va a estar muy repartido. Que nos va a tocar a todos.

Mensajes sencillos, directos. Muy cortitos. Cada vez más sencillos y cada vez más directos, cada vez más cortitos todos. De tal forma que se educa al consumidor mediante estímulos puramente comerciales, no políticos.

La última campaña del PP ha tenido como protagonista una línea roja y un tuit embargado. Si ya es papilla ideológica un mensaje de 140 caracteres, imagínate 140 caracteres que no se pueden escribir. Es llevar la deconstrucción del mensaje al máximo esplendor. Es ya directamente como si un cocinero te trae un plato y te dice que es tan sencillo que no lleva nada. Que comas copos de nieve, como Boris Grushenko. Una línea roja y ya está.

Y el PSOE, un “sí”. Ahora mismo le preguntan por qué va a votar a ese partido y puede contestar “porque sí”, y es como si contestase “por su mensaje”. Como el chiste, “¿a ti qué te gustan más, los rubios o los morenos?”. “Sí, sí, sí”.

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