Déjame mimar tu santo culo
Reconozcamos que la Tana está más que dispuesta a aprender lo que haga falta de sexo...
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Getty Images
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Madrid
Qué suerte que vivieras tan cerca y de que mi cena con los de siempre no terminara a las tantas. Me escabullí de las primeras y en cinco minutos me planté allí. Una excelente noche para que nos pusiéramos las caras después de semanas oliéndonos sin vernos.
Marcamos territorio contándonos nuestra vida a través de las redes sociales. Situándonos en el firmamento de las relaciones de pareja, sabiendo dónde nos metíamos y diseñando el plan de fuga con el que desapareceríamos en cuanto la cosa se pusiera fea. Ambos buscábamos lo mismo y eso mismo nos dimos.
Enganchaste los dedos en la gomilla de la braga explorando todas las posibilidades que me ofrecían juntos y por separado. Mis manos desabrochaban los botones de tu bragueta deseando chupártela sin vértela siquiera.
Follamos como quisimos haciéndonos de todo. Con los dedos, con la lengua, con todos y cada uno de tus artilugios juntos y por separado. Separaste mis nalgas con las manos repasando mis dos agujeros. Los dos. Con los dedos, con la lengua, con todos y cada uno de los artilugios juntos y por separado. Estaba tan corrida y satisfecha que tardé en darme cuenta de que un pequeño dildo no había participado en el festín. Te miré con la mejor de mis caras de vicio y fruncí el ceño espetándote.
- ¿Qué te hace pensar que es para ti? No, querida-dijiste-. Este es para mí.
Falo estrecho, falo curvo, falo perfecto para culminar mis besos, lametones y caricias. Déjame mimar tu santo culo. Déjame que te obligue a perder la razón.
Yo, desde luego, no me lo perdería.