El misterio de las fincas

Madrid

Una de las cosas más sorprendentes en relación con Mario Conde ha sido siempre cómo se las había arreglado para conservar tres enormes fincas en Sevilla, Toledo y Mallorca, pese a que existía exigencia de responsabilidades civiles por valor de unos 18 millones de euros. Cada vez que se publicaba alguna foto de Conde entrando o saliendo de La Salceda (Toledo), por ejemplo, se removían los huesos de tantos otros empresarios que se quedaron sin bien alguno por responsabilidades mucho menores. Incluso por una simple y miserable hipoteca sobre el local de una tienda.

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El periodista Ernesto Ekaizer explica muy bien en su blog lo que sucede: la propiedad de las fincas en cuestión estaba transferida a varias sociedades en Luxemburgo, Suiza y Holanda. Algunos fiscales intentaron aclarar esa propiedad, dado que Mario Conde y su familia seguían usando las fincas con asiduidad. No pudieron avanzar mucho porque se encontraron con una auténtica muralla, desde un registrador que se negaba a colaborar, hasta unos acreedores que no parecían tener el menos interés en llevar adelante una batalla jurídica para resarcirse en lo posible. En particular, Ekaizer señala la sorprendente actitud pasiva en aquel caso del Banco de Santander —el principal acreedor— y la dudosa actuación de registradores de la propiedad a lo largo de toda la carrera de Conde, hasta el extremo de que ya en 1984, relata Ekaizer, Conde participó en una primera operación de alzamiento de bienes: una finca de su suegro, sometida a embargo por impago de una deuda, pasó a propiedad de su hija y de su yerno por arte de birlibirloque.