Émile Zola
La llamada de la historia: Émile Zola
06:58
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/001RD010000004090874/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
Madrid
Mi familia venía de Italia, pero yo soy ya parisino. Las dificultades económicas llegaron a nuestras vidas tras la muerte de mi padre, y por ayudar en casa decidí dejar de estudiar para poder obtener algún ingreso. Empecé entonces a trabajar en una librería como dependiente mientras escribía textos para varios diarios.
Mi primer gran proyecto, aunque ya había publicado una novela, fue una novela inspirada en los experimentos científicos sobre la herencia y el entorno. Quise entonces escribir sobre las profundidades de todos los aspectos de la vida humana, algo que documentara los males sociales, al margen de cualquier sensibilidad política.
No fue una, sino veinte novelas, que tardé años en escribir y con las que quise completar mis teorías a través de una saga familiar. Le puse nombre a esta manera de relatar el entorno: naturalismo.
El trabajo de un escritor no es solo escribir. Parece una obviedad, pero conviene destacar que para llegar a plasmar en tanto papel todo lo que quería, detrás de las palabras hay una profunda investigación. Hay que profundizar en la realidad para poder elaborar un retrato de lo que ocurre. Quise contar cómo era la vida francesa de finales de XIX. Y claro, no todos estaban de acuerdo, no gustó mi retrato a todo el mundo. Como cuando te pintan en un lienzo, no siempre te ves reflejado aunque quizás los demás te encuentran bien rápido el parecido.
Fue calificado de obsceno, de exagerado, pero fui muy leído y muy popular. Consideré mis novelas, más allá de entretenimiento, documentos sociales. Hablaba en ellas de alcoholismo, de prostitución, de la clase media, de la vida de los mineros… ¿es o no es un retrato de la sociedad? ¿Al menos de parte de ella? Lo contrario a mi estilo naturalista era el romántico. Fui crítico con ellos. Y ellos conmigo. Todos lo fueron conmigo y con mis últimas obras, que tacharon de simples.
En realidad, lo que hizo que mi nombre estuviera en boca de todos no fue ninguna de mis novelas elaboradas, investigadas y trabajadas. Fue un caso que removió los cimientos de la vida aparentemente apacible de Francia. Les cuento, si les parece…Seguro que les suena…
Un capitán de origen judío es acusado de haber entregado a los alemanes documentos secretos. Fue condenado a prisión perpetua por alta traición. La opinión pública francesa y también la clase política enseguida se posicionaron contra este capitán. La familia de éste inició una campaña para probar su inocencia, y fueron apoyados por un periodista y el jefe del servicio de contraespionaje, quienes confirmaron que el acusado no era culpable a la vez que daban el nombre del verdadero autor de la filtración. Como una película. De hecho, hubo película.
Cuando se denunció al verdadero culpable, ocurrió algo sorprendente: Esterhazy, el autor de la traición, fue absuelto y recibido con aclamaciones por parte de los sectores conservadores y monárquicos. Mientras, se me ocurrió que debía hacer algo por este hombre acusado falsamente y por su familia. Escribí un alegato que fue portada de L’Aurore, después de que Le Figaro me invitase a salir por mi opinión en defensa de este hombre inocente y de todos los judíos franceses que sufrieron una campaña antisemita.
La portada se iniciaba con un
Yo acuso…
y tanto que acusé. A todos, desde el primero hasta el último, a sabiendas de que tras esta portada tendría que irme. No solo esto, además, fui condenado a un año de cárcel y a una multa de 7500 francos.
Hubo escisión en la sociedad, hubo disturbios, y cuando se reabrió el caso, este hombre fue condenado de nuevo, para sorpresa de todos. Finalmente, se le concedió un indulto.
Desafortunadamente, tras mi lucha que hizo cambiar la opinión de muchos intelectuales de la época, no pude ver cómo la inocencia de este capitán fue reconocida. Yo ya estaba muerto.
Había tenido que exiliarme a Londres, y cuando pude volver, parece que algo raro ocurrió en mi chimenea. Nada era extraño ya, las amenazas de muerte eran constantes. Y simplemente, sucedió.
Adriana Mourelos
En El Faro desde el origen del programa en 2018. Anteriormente, en Hablar por Hablar, como redactora...