Los penúltimos días del capitalismo
¿Genera el capitalismo relaciones de poder injustas? ¿Cuáles son sus límites? ¿Cómo vive sus últimos días?
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Los penúltimos días del capitalismo / GETTY IMAGES
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Madrid
Cuando el filósofo Santiago Alba Rico pensaba en un título para su último libro recordaba “Los últimos días de la humanidad”, la obra que Karl Kraus escribió al hilo de la Primera Guerra Mundial y a la que decidió superar en positividad. Así nació “Penúltimos días. Mercancías, máquinas y hombres. Sobre los efectos del Capitalismo” (Editorial Catarata), un ensayo que acoge reflexiones acerca de cómo vive el capitalismo sus últimas horas y qué se está llevando a su paso.
El capitalismo nos ofrece todo cuanto solicitamos, y para ello necesita nutrirse de todo cuanto tiene a su alcance. Eso sí, sólo satisface a unos pocos. Es la lógica de la explotación, que convierte al mundo en un sistema injusto y desigual basado en las relaciones de mercado. Las empresas se ubican sin reglas ni control para exprimir territorios y personas, y cuando ya no queda nada vuelven a empezar. Joan Romero, Catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Valencia, le pone nombre a este modelo: ‘capitalismo de saqueo’. “Es una nueva versión realmente insostenible a la que no hemos puesto límites. El capital financiero funciona ya sin el control democrático de los estados, y la economía va por delante de la política. Ese desacoplamiento nos ha traído hasta aquí”, sostiene.
La ausencia de límites explica también la manera en que nos relacionamos con nuestro entorno. Es lo que Ánder Gurruchaga, Catedrático de Sociología de la Universidad del País Vasco, define como ‘la revolución de las consecuencias’: “Operamos con las cosas como si no tuviera consecuencias, hacemos sin parar y no sabemos muy bien cómo operar con todo aquello que hemos construido”. Y es que la filosofía del sistema se basa en la idea de que podemos producir sin fin, de que es la naturaleza la que está a nuestra disposición. Así lo explica Yayo Herrero, Directora de la Fundación FUHEM: “La cultura que el capitalismo ha fabricado se nutre de una serie de falacias como que la naturaleza no tiene límites o que las personas no dependen de ella. El planeta se está convirtiendo en un lugar menos agradable para vivir”.
¿Cómo logra el capitalismo perpetuarse? Según Santiago, uno de sus principales blancos es la estabilidad: “Hay que preguntarse qué hacen las relaciones de mercado con las facultades humanas estables que han caracterizado a nuestra raza: la razón, la memoria y la imaginación. El capitalismo exige cambios permanentes, no deja nada en pie. Debemos ser antropológicamente conservadores frente a esa revolución”. Desigualdad, desahucios… las relaciones de poder son cada vez más injustas y quienes lo sufren son los más frágiles. “El mercado distribuye mal la riqueza y no responde a las demandas ni de los muertos ni de los futuros vivos, sólo se encarga del presente. Esta es una pésima distribución: a un lado están los productos financieros y al otro personas oprimidas y desechadas”.
Resulta inevitable pensar que la solución pasa por plantearnos nuevos modelos. “Esto no quiere decir que haya que ‘desglobalizarse’, pero desde luego este modelo no es sostenible por muchas décadas más”, concluye con rotundidad Santiago. “Tenemos que experimentar, es una necesidad. Hay que repartir el empleo, hay que construir instituciones de calidad, hay que democratizar la propia democracia... La duda que nos surge es, ¿tenemos repertorio práctico para lograrlo?”.