Goles por la igualdad

Madrid

A veces las grandes revoluciones comienzan por pequeños gestos. Y si hay una revolución que seguimos teniendo pendiente esta es la de la igualdad; en este caso la igualdad de géneros. Así que hoy se me ha ocurrido abrir La Ventana poniendo el foco en un gesto, que puede parecer pequeño pero que ya veremos si no va ganando altura con el tiempo. Las autoras de ese gesto, las protagonistas son cinco mujeres, jugadoras de la selección norteamericana de fútbol, que reclaman cobrar lo mismo que sus compañeros masculinos. Vamos, no es que reclamen sólo quejándose, es que han presentado una querella contra la Federación, con un argumento añadido, además, y es que la selección de fútbol de Estados Unidos es campeona del mundo y olímpica....en chicas, pero pinta más bien poco en chicos. Bueno, estoy seguro de que el simple enunciado de esta reivindicación genera desde incredulidad hasta escepticismo, pasando por todo tipo de chistes de mejor o peor gusto.

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Pero, ¿por qué no hacemos el esfuerzo de pensarlo con algo más de detenimiento? Alguien dirá –y con razón- que no son magnitudes comparables, porque en el caso del fútbol pues que vamos a contarles sobre los fichajes, los derechos de televisión, el dineral que mueve todo este tinglado. Pero no me refiero al Madrid ni al Barça, que juegan mañana con tropecientos millones de espectadores y no sé cuánto dinero sobre el césped. Ni a ellos ni a ningún club porque eso al final son entidades privadas y se mueven según el mercado. Pero la selección, las selecciones deportivas que representan a un país, ¿no deberían situarse fuera de esa lógica y enviar un mensaje inequívoco de igualdad entre hombres y mujeres a través de los salarios y los recursos? O sea, para entendernos, ¿deberían... o podrían cobrar lo mismo....pues yo que sé, Andrés Iniesta y Verónica Boquete por representar a España? ¿O López Iturriaga –cuando jugaba- y Amaia Valdemoro, por citar a alguien que ya tampoco juega? Pues yo creo que también. Hoy decir esto puede parecer una extravagancia; pero me gustaría que dentro de un tiempo fuera normal. Aunque, sinceramente, no sé si viviré para contarlo. A qué nos vamos a engañar...