Resistir por nuestra libertad

Madrid

Esta mañana, a eso de las siete y media, un panadero de un pueblo de la toscana comenzaba a repartir el pan. A esa misma hora, un padre despertaba a su hija en Atenas. Una abogada de Haarlem, cerca de Ámsterdam, desayuna café y fruta. En Lyon, un cartero llena su saca antes de iniciar la ruta de los martes. Un policía municipal de Oporto se enfrenta al atasco de cada mañana. La doctora de urgencias de un hospital de Colonia termina su turno. Un mecánico de Bucarest se queda dormido, hoy llegará tarde al taller. La subdirectora de una oficina bancaria de Las Palmas enciende su ordenador... Es probable que ninguno de ellos sienta un soplo europeo cada día al despertar, pero es seguro que todos ellos se habrán sentido hoy muy cerca de cada muerto, de cada herido. Esta mañana, mientras millones de europeos seguían haciendo Europa, a las ocho menos cuarto, dos terroristas se inmolaban en el aeropuerto de Bruselas, después atacaban una estación de metro en el distrito en el que tienen sus sedes las instituciones comunitarias. Hoy se ha materializado de forma sangrienta la amenaza que desde hace meses se cernía sobre una ciudad, sobre un país enfrentado a la quiebra sentimental que supone saberse ejemplo de convivencia y humanismo y semillero de fanáticos y radicales.

El terror arrebata vidas o las transforma para siempre, el terror esparce el miedo, riega algunos instintos y puede hacer brotar el extremismo. El terror busca la victoria desde la derrota de los valores. Con nuestras armas, con nuestras escasas armas, nosotros, los ciudadanos, somos la resistencia. Lo fuimos frente ETA y lo seguimos siendo frente al terrorismo yihadista. Resistir porque nos va la libertad en ello, la del panadero de la Toscana, la del padre griego, la de la abogada de Haarlem o el policía municipal de Lyon, resistir por la dignidad de la doctora de Colonia, del mecánico de Bucarest, de la subdirectora de un banco de Las Palmas.

Mañana, a eso de las siete y media de la mañana, seguiremos resistiendo pese tanto dolor.

Llorar no es la respuesta

<p>MANUEL JABOIS</p>