El tremendo espectáculo del banquillo de Palma

Madrid

La verdad es que es difícil asistir impávidos al espectáculo que ofrece ese banquillo de la Audiencia de Baleares. Es terrible ver a la hermana del Rey y a su marido, al presidente popular de una Comunidad Autónoma y a otros altos cargos del PP aguantar con cara de palo el chaparrón de irregularidades –presuntas, habrá que decir- narradas de viva voz por una persona que, además, en aquellos tiempos de leche y miel era un amigo de los de verdad, ni más ni menos que el querido Pepote, compañero de tantas fiestas y tantos banquetes.

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Oír cómo se adjudicaban contratos con dinero público –de usted y mío- a cambio de trabajos inexistentes o absolutamente innecesarios, para que personas tan principales se lo llevaran crudo a la buchaca es, verdaderamente, demoledor. Queda claro, manifiestamente claro, que las administraciones del PP de Baleares y Valencia han sido un nido de descontrol y corrupción generalizada, impropias de un país decente. Y todo esto pertenece tan solo al primer día del juicio. Sigan atentos, que allí veremos cosas que ustedes no creerían.

Dijo Mariano Rajoy el jueves pasado ante los suyos, con gesto firme, que esto se había acabado y que no pasaría ni una. Ya. Pues ayer colocó a Rita Barberá en la diputación permanente del Senado para que continúe como aforada.

¿Se acuerdan del escorpión y la rana?