Miedo
Un mes después de los bárbaros atentados de París, los vecinos de los lugares donde se registraron las masacres comienzan a tener la sensación de estar en un mausoleo. Nadie se atreve a interrumpir el flujo, pero a la mayoría les gustaría pasar página
Madrid
Un mes después de los bárbaros atentados de París, los vecinos de los lugares donde se registraron las masacres comienzan a tener la sensación de estar en un mausoleo. Cientos de personas siguen acudiendo cada día a dejar un ramo de flores, una vela o un papel escrito como símbolo de condolencia. Nadie se atreve a interrumpir el flujo, pero a la mayoría les gustaría pasar página.
Es como la sensación de miedo que aún atenaza a muchos parisinos y que les hace cambiar de tren cuando ven un bulto sospechoso o a salir menos a los restaurantes y bares por la noche. La vigilancia reforzada en los transportes públicos; las patrullas de militares en los centros turísticos y las noticias diarias sobre la respuesta bélica en Siria, no contribuyen a olvidar y a disipar el miedo.
Ese miedo que se expresa en las urnas. En aquellos lugares que paradójicamente está más alejados de los escenarios del horror. Ese miedo que sigue alimentando los discursos de aquellos que, como los terroristas, quieren acabar con la convivencia en una ciudad diversa, tolerante y pacífica.