La mano que coge mi voto
Los miembros de las mesas electorales afrontan largas jornadas al frente de las urnas. Son designados por sorteo por los ayuntamientos y pocas veces pueden renunciar
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Miembros de una mesa electoral del colegio William Shakespeare de Coslada (Madrid), en las elecciones autonómicas de 2015 / Daniel Muela
![Miembros de una mesa electoral del colegio William Shakespeare de Coslada (Madrid), en las elecciones autonómicas de 2015](https://cadenaser.com/resizer/v2/RY3SLK6PCZIMRKS3BIQLUHE3QY.jpg?auth=79c97736c4bac6b70d20e632edb03e429cfd8e17be4a87b54100b01fa0f85b98)
Madrid
Son los últimos en depositar su papeleta, pero los primeros en llegar por la mañana al colegio electoral. Los miembros de mesa son autoridades no elegidas a gusto del consumidor. Los ayuntamientos designan, por sorteo, al personal de una mesa de entre la población censada de menos de 70 años que sepa leer y escribir. Y, según la ley española, una persona sólo puede librarse de esa labor por causa mayor, que debe ser justificada.
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Actualmente, Pedro Muñoz puede decir que fue de los primeros vocales de la democracia en España. Tenía 48 años cuando fue nombrado vocal en las elecciones de 1979. Ahora tiene 84. Recuerda el ambiente del pequeño pueblo de Madrid donde vivía. Entonces apenas llegaba a los 200 habitantes: “Nos reunimos temprano para acordar qué iba a hacer cada uno. Estábamos pasando de una dictadura a una democracia y no se sabía exactamente qué iba a pasar, pero ilusión, teníamos”.
Su trabajo como vocal fue comprobar en la lista del censo las identidades de los vecinos que se presentaban en el colegio electoral. Según evoca, fue una jornada sin altercados y con bastante afluencia de votantes. “Algunos hacían alguna porra de vez en cuando”, cuenta. A la mañana siguiente, abría puntual su panadería. “El pan no se hace solo y había que venderlo”.
Había votantes que no querían darme el DNI porque creían que yo no era presidenta
En estos comicios, María Gámez Ferragut podrá votar cómodamente. No como en 2011: tenía 19 años, votaba por primera vez y presidió una mesa en las elecciones. "Madre mía", repite cuando recuerda la jornada: "Estaba un poco asustada porque todos eran mayores que yo y habían votado más veces", explica. Su juventud le jugó unos cuantos problemas con algunos votantes: "Iba a coger el DNI a algún votante y el votante me decía: 'No, yo esto se lo tengo que dar al presidente'. Y yo decía: 'Si la presidenta soy yo'. Y al final, me daban el DNI. Es que no se creían que fuera presidenta", cuenta María entre risas.
Al término de las 17 horas de jornada electoral, abrió sobres, hizo recuentos, los transcribió en papel, firmó los documentos y llevó el escrutinio a Plaza de Castilla. "El resto de los presidentes ya se habían ido allí en autobús, pero yo salí como a la una de la mañana. Y no sabía cómo iba a llevar el escrutinio hasta los juzgados. Menos mal que otra presidenta me acercó en coche y no tardamos mucho". Al día siguiente, tenía un examen parcial que tuvo que saltarse. "Bueno, no tenía mucho peso", apunta María.