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LA SCRIPT | ENTREVISTA A FONDO

Irene Escolar: “El hecho de ser joven en España no es un valor”

La actriz, protagonista de 'Un otoño sin Berlín', reflexiona sobre el oficio y su pasión por el teatro

La actriz, Irene Escolar, a su llegada al Festival Internacional de Cine de San Sebastián, en una imagen de archivo / EFE/Juan Herrero

La actriz, Irene Escolar, a su llegada al Festival Internacional de Cine de San Sebastián, en una imagen de archivo

Madrid

A los 6 años imitaba a su abuela, Irene Gutiérrez Caba, a los 10 ya estaba subida a un escenario y desde los 20 es una fija de la escena teatral madrileña. Una vida sobre las tablas. Irene Escolar (Madrid, 1988) nada contracorriente, contra su generación. Alejada de la televisión hasta su papel en ‘Isabel’ y esperando un desafío en el cine, ha crecido sobre un escenario. Ahora vive su momento más dulce con el estreno de ‘Un otoño sin Berlín’ y su interpretación en la obra ‘El público’. Así es la actriz con más futuro de España

Irene Escolar: 'El hecho de ser joven en España no es un valor'

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Tienes una carrera tan atómica que ¿te aturulla el presente?

Espero que no lo aturulle todo, pero que sí sea un poco atómica. Ya que estamos, vamos a por ello

Estás en el cine, en el teatro con ‘El Público’ de Àlex Rigola y por los pasillos de la radio te llaman Juana la Loca, ¿cómo llevas el fragor de estar localizada visualmente por todo el mundo?

Es verdad que la gente empieza a localizarme, que empiezo a existir en su mapa. Estaba perdida y Juana la loca sorprendentemente me ha colocado en la cabeza de muchos espectadores que me tenían desubicada. He podido compaginar tres cosas que me gustan mucho. Nunca había hecho televisión y he descubierto que me gusta mucho. Y también la posibilidad de estar en el cine y en el teatro. Es un gran momento

En 'Un otoño sin Berlín' tienes un registro muy dramático. Una chica joven normal a la que le han pasado cosas terribles y que vuelve de Canadá a esta España complicada intentando buscar un sitio. Una chica que madura a golpes ¿cómo te has movido en este personaje que lleva el peso de toda la película?

Ese era el mayor reto. Cuando leí el guión, dije: no sé si voy a ser capaz de hacer esto. En teatro he hecho muchas cosas, pero en cine no me había llegado nunca la oportunidad de enfrentarme a un personaje con profundidad. Tenía muchísimas ganas. Por otro lado, era la primera película de Lara y me apetecía mucho formar parte de una ópera prima y trabajar con alguien joven. Nos hemos juntado durante casi dos meses en casa de Lara todas las tardes y ha sido un proceso de ensayos maravilloso. Así es como he construido el personaje y así hemos rodado. Desde la ingenuidad, la inexperiencia pero con ganas de aprender, superarnos y trabajar. Y ha sido en ese trabajo, en esa búsqueda en la que lo he construido.

Formas parte de una generación que ha estado económicamente bien hasta que la crisis ha golpeado y os habéis enfrentado al rechazo del país. Como si os hubierais criado entre algodones y las espinas hubieran llegado de golpe, ¿cuál es el rasgo generacional?

En mi caso no puedo considerar que haya sido así porque me he podido enfrentar a retos profesionales desde muy joven. Sí he tenido muchas oportunidades. Pero miro a mi alrededor y te das cuenta de que entre otros país el hecho de ser joven es un valor, la gente joven tiene cierto poder, se le da relevancia y su figura es importante porque se considera que están preparados. Aquí cuanto más joven eres, más se te pone en tela de juicio. Tengo muchas amigas y amigos que se han tenido que ir fuera a buscarse la vida.

Parece que es bello ser joven pero sentís que estáis fuera

Absolutamente. El hecho de ser joven ahora no es un valor. Y noto a mi alrededor mucha gente que piensa que está perdiendo las oportunidades. No haces más que formarte. Máster, estudiar idiomas y venga gastar dinero en formación y luego no saber por dónde tirar. Es algo que está ocurriendo y es muy grave. Con esta ilusión que hacíamos la película tres personas jóvenes, hay una fuerza y una energía que luego se va perdiendo. Entonces es una pena que te quiten esa esperanza y esa ilusión, todo el mundo joven que está preparado se la merece mucho.

Eres una actriz muy joven pero muy preparada, muy intelectual, pero en la película sorprende porque haces de una chica muy normal. A veces a los actores les cuesta hacer de una chica de la calle tan normal. Tú que has hecho teatro y te mueves en un ambiente más intelectual, ¿te ha sido complicado?

Desde luego que no me considera una persona muy intelectual. Lo que me doy cuenta cuando me decís estas cosas es que posiblemente el nivel sea muy bajo porque leer y estudiar una carrera yo lo considero normal. Me hago pequeña porque para nada soy una intelectual, ni muchísimo menos. Los personajes estos que decías de “hola, ¿cómo estás?” son los más difíciles de hacer creíbles porque todo el mundo los conoce y los ve. Pero luego me parece que es más complicado hacer personajes como el de ‘El público’ en La Abadía con un texto poético y hacer que tenga verdad. Sí es cierto que luego hay que hacerlo creíble porque la gente tiene más referentes que una Julieta de un texto poético. Creo que un actor en su vida es de una manera pero luego debe tener todos los registros porque ese es nuestro trabajo.

¿Te has hecho mayor demasiado pronto?

Espero que no

Tienes un físico muy juvenil y, como has hecho mucho trabajo, parece que necesitas personajes mayores. Actrices de tu generación, por ejemplo, no han hecho teatro… ¿Tienes la sensación de que estás para papeles de más calado?

Es verdad que durante muchísimo tiempo era demasiado joven para los personajes que había en cine. Me decían que tenía cara de niña. Siempre me quedaba a las puertas de muchas cosas que me apetecía haber hecho en cine y ahora sí noto que empiezo a tener un físico que me lo va a permitir hacer. Ojalá sea así

No te pones entonces crema jamás…

(Risas) A mi abuela le pasaba lo mismo y luego tuvo una carrera esplendorosa e hizo muchísimas cosas. Pienso que no pasa nada, parecer más joven seguro que está bien. En teatro me va a permitir tener una carrera más extensa. Es cierto que he trabajado con gente buena y ahora piensa cuál es el siguiente reto que quiero ponerme. Uno de ellos era hacer una película como 'Un otoño sin Berlín', no por ser protagonista sino por tener un personaje que poder desarrollar, en el que pudiera trabajar y fuera un reto. Ha sido una cosa muy complicada pero también muy gratificante. Y ahora me gustaría también disfrutar de eso.

Decía Max von Sydow que prefería el teatro porque el personaje era completamente suyo y en el cine estaba demasiadas horas esperando que las luces estuvieran preparadas y le pertenecía menos su personaje ¿es así, incluso en esta película que habéis construido de forma más orgánica?

Sin duda. Esto ha sido una película que hemos hecho en equipo, por supuesto Lara era la capitana del barco que coordinaba todo y quería contar la historia a su manera. Pero es una película que hemos hecho en equipo desde el primer técnico hasta el último. Hemos ensayado en las localizaciones reales, todo el mundo ha aportado sus ideas, yo me he sentido más arropada que nunca y eso ha permitido que también me sintiera más libre que nunca en una película. No me he sentido juzgada en ningún momento, he podido probar todo lo que he querido, hemos podido cambiar el final de la película mientras la rodábamos, cambiar las secuencias, improvisar el guión. Ha sido un proceso tan creativo, tan gratificante que era un experimento del no sabíamos que íbamos a sacar. Pero ha sido un aprendizaje inmenso.

Y luego está el teatro. No puedo estar sin hacerlo un año. Hay una necesidad e intento generar mis propios proyectos, leer textos y montar las funciones que a mí me apetecería. O buscarme la vida como sea para seguir haciendo teatro. Este año que he estado haciendo más cine, estuve desde ‘El cojo de Inishmaan’ hasta ‘El público’ sin hacer teatro y lo he echado muchísimo de menos. No puedo, noto que cada vez que hago una función hay un crecimiento muy grande de mi parte y me gusta enfrentarme al público, trabajar en equipo. Por ejemplo, en esta función que somos 14 actores, lo que se genera ahí no lo he vivido en otro lugar.

Es una función muy especial, muy física, rebozada en tierra, con diálogos muy difíciles, sufre hasta el público. Es imposible ‘morcillear los diálogos’

Es imposible en un texto así. Todos tenemos un terror con la memoria pero aquí más que nunca. No hay posibilidad de agarrarse a nada, la poesía está ahí y no te puedes inventar nada. No puede ocurrir simplemente. Lo más difícil es que este texto con ecos surrealistas de dadaísmo, tiene una grandísima lógica. Detrás de todo lo que Lorca dice hay una necesidad y hay una diana muy clara. Hemos hecho mucho trabajo de mesa para averiguar qué estaba ocurriendo ahí. Nosotros sí que lo sabemos y el público se lleva solo sensaciones, imágenes de belleza y emociones, pero no tiene por qué entenderlo todo.

En la obra hay un cierto miedo al público…

Es una crítica al público burgués

¿Cómo os enfrentáis al público?

Da miedo porque es una función que no sabes lo que va a ocurrir. Hay un texto precioso de Lorca que dice algo así: no se han enterado de nada, pero dentro de 20 o 30 años será un exitazo. Ha pasado un poco más de tiempo, este país necesitaba más para sentir esta función. Pero ahora mismo hay mucha más gente joven que la que he visto en otros espectáculos y se mezcla una gran variedad de edades. Es lo mejor que puede ocurrir. Hay un momento en la obra que tengo la oportunidad de ver entre cajas a la gente y nunca he visto esa reacción en mi vida. La gente está dentro, entregada, sonríe, emocionada… había una mujer que se tocaba el pecho. Es un silencio tan brutal que no lo había vivido nunca.

El actor que espía al público cuando siempre eres el objeto de la mirada, ¿cómo es tu relación con el público al ampliar los escenarios en los que actúas? ¿Te incomoda que se te acerque la gente?

La verdad es que tampoco se me acerca tanta gente. Y cuando lo hacen, siempre desde un respeto y un cariño que es imposible que me incomode. Solamente se me acercan para decirme cosas bonitas, y me parece estupendo que la gente valore mi trabajo

No has entrado en la época selfie. Esta semana que se estrena ‘Ocho apellidos catalanes’, los actores decían que eran una tortura

Seguramente. Ellos se enfrentan a un público más amplio y debe serlo. Yo todavía o quizá nunca me ocurra esto. Espero que no me ocurra. Me gusta más observar a la gente que ser observada.

Pero qué contradicción con tu profesión…

No cuando actúo, cuando estoy en un teatro, eso lo doy por hecho. Pero cuando voy por la calle me encanta mirar a la gente. Me encanta ir en el metro y ver a la gente discutir, hablar… e incluso cuando entran en el teatro. En esta función nosotros estamos vestidos de botones con una máscara en la cara cuando entra el público. Puedes escuchar a la gente y ocurren cosas maravillosas. Había una mujer que decía sola: qué guapo era Lorca. Y luego parejas que se dicen no te voy a perdonar que me hayas traído aquí. Yo me acerqué y me quedé mirándolo fijamente para que entrara con otra mirada.

¿Cuándo fue el día que te levantaste y dijiste que querías ser actriz?

No lo recuerdo. Sí me acuerdo que cuando iba a ver a mi abuela. Yo veía la función entre cajas y luego cuando nadie me veía, me ponía a repetir lo que había hecho. Aunque no me sabía el texto, me iba al sofá, me sentaba, cogía la copa, la dejaba, me levantaba, miraba… Tenía seis o siete años

¿Cómo te ves dentro de 20 años?

Subida en un escenario. Y quizá alguien más me da la oportunidad de hacer cine. El cine ocurre cuando otros quieren, no cuando tú quieres. El teatro tiene más de búsqueda personal, puedes generar tus proyectos. Pero en el cine tienen que querer otros que formes parte de ellos y confíen en ti

A no ser que tú quieras dirigir

No me veo capacitada para eso. No, no.

Tienes un papel protagonista y los Goyas están ahí, sería un buen broche para la película y más publicidad

Los Goya te dan más visibilidad y te colocan, y hacen que la gente la vea. Yo estoy presentada como revelación. Es verdad que es mi papel revelación en cine y me parece estupendo. Tengo una amiga que siempre me recuerda que cuando leíamos 'El árbol de la ciencia de Pío Baroja' en la escuela, había un hombre muy pesimista que pensaba que las cosas van a ir mal por si acaso. A mí ya me hicieron una mención en San Sebastián, con esto estoy más que feliz. Fue totalmente inesperado, era lo último que podía imaginar y eso ya no me lo quita nadie. Es el regalo que ya he recibido por esta película y no espero ningún premio más. Lo digo de corazón. Soy como ese hombre, seguramente no quiera sufrir, ni lo imagino. No va a ocurrir, es demasiado bueno y no quiero pensar en premios.

 
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