Ganó la solidaridad al fanatismo
Deletreé despacio la letra de La Marsellesa como si fuera una oración. Y la creí con firmeza. Me convirtió, como a Saulo, un rayo de emoción
Ganó la solidaridad al fanatismo
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Madrid
Nunca pensé que me podría emocionar tanto escuchar La Marsellesa. No a aquellos niños que tuvimos en las escuelas de nuestra niñez el retrato en blanco y negro de Franco y José Antonio, con el crucifijo en medio. Donde La Marsellesa era el himno francés, y los franceses nos despreciaban. Yo, de periodista, incluso creí sentir ese desprecio en los años del Tour cuando primero Perico, después Indurain y luego Contador hacían sonar el himno español en los Campos Elíseos.
Pero anoche sentí su dolor y sentí su preocupación porque eran las mías. Y deletreé despacio la letra de La Marsellesa como si fuera una oración. Y la creí con firmeza. Me convirtió, como a Saulo, un rayo de emoción . Vi a los futbolistas franceses balbucear las primeras estrofas. Deschamps, su seleccionador, enseguida alzó la cabeza y le vi cantar con fuerza. En la tribuna, vi a Wenger, el entrenador del Arsenal, también cantando con firmeza.
Entonces todo el estadio de Wembley era un clamor y los jugadores franceses, más tímidos, también cantaban a gritos. Fue emocionante. Después ganó Inglaterra, pero de ese partido de anoche solo interesaba el resultado del comienzo, cuando ganó la solidaridad con la libertad y la igualdad frente al fanatismo.