Sexo consumado
Nunca antes le había costado a 'La Tana' escribir sobre sexo, pero el que nos trae esta semana es por prescripción médica para ser sexo consumado
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Getty Images
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Madrid
Que levante la mano quien no tenga cerca a una pareja que se haya sometido a un proceso de fertilidad asistida o esté en mitad de semejante odisea . Cuesta ponerse en la piel de esas parejas que deciden ser padres y no lo consiguen. Hombres y mujeres que de la mano de la ciencia, se embarcan en la difícil tarea de plantarle cara a la naturaleza. Se niegan a que sea ella la única que decida, asumen unas normas para sus juegos de cama en las que no queda otra que hacer hueco al instrumental de laboratorio.
No queda otra. Aquí ya no son ellos los que eligen. El sexo deja de ser un hecho fortuito y casual fruto del deseo. A partir de ese mismo instante el peso de la culpa de no ser fértil, lo asfixia. Lo que antes sucedía porque sí, porque apetecía y porque lo pedía el cuerpo, se convierte en un hecho consumado a expensas de las directrices que otros marcan. Y esos no están en la cama.
Vamos valiente, tú sí que puedes.
Que sea miércoles, que toque; que ni mañana ni pasado se pueda, ¿no era así? Que acabe la semana cuanto antes y que en ese calendario maldito no se marquen los polvos por prescripción médica ni exista posibilidad de tener que quedarse con las ganas. No tener que saber si es domingo o jueves y así perderse en bragueta ajena sin apuntar en la libreta si comenzó la ovulación. No tener que animarse justo la noche que es una agonía porque el imbécil del jefe decidió que qué más da, si total…Para él no existe tener vida. Poder darse la vuelta y echarse a dormir o tener el impulso de enredar en la cama siguiendo el ritmo de las pulsaciones de la entrepierna pero de nada más.
Echar de menos sexo por el sexo, ése que se practica por inercia.
Pegarme de espaldas a mi hombre y que me muerda la nuca, me agarre de las tetas y restriegue su cuerpo contra el mío hasta que se le ponga dura hasta la sangre de las venas. Quiero que sea un juego y no un rezo; evitaré todo lo que impida que me arrodille para chupársela, para metérmela en la boca y no parar. Para comérmelo y dejarme comer, para querernos una y otra vez. Propia naturaleza fortuita y espontánea en la que el grueso de los mortales cimentamos nuestra sexualidad.
Sexo de mi vida que revientas como yo, por eso te quiero tanto y te doy mi corazón. Tómalo, tómalo; tuyo es, mío no.