El engaño de los cartuchos de impresora…¡y más!
Madrid
El domingo, en Ser Consumidor, me hacía eco de un estudio de OCU en el que se dice que el 28% de los cartuchos de impresora analizados se venden con sólo la mitad de tinta en el envase. No hablamos de marcas blancas, ni desconocidas ni cartuchos comprados en mercados “sospechosos”. Es mucho peor: hablamos de primera marcas, líderes en el mercado. Y, en algunos casos, con resultados todavía más preocupantes: algunos, como el cartucho de Brother LC123 cian, magenta y amarillo, y los Epson 26 magenta y amarillo, solo estaban ¡al 30%! El Canon CLI-551 negro solo tenía el 49% de la carga anunciada, y el color amarillo, cian y magenta, tenían un 14-25% menos de la tinta marcada por el fabricante. Vamos, un engaño al consumidor en toda regla.
Es obvio que la información que se ofrece al usuario es engañosa, que se juega con la confianza que los clientes ponen en las principales marcas. Y es evidente que los detalles al cliente deben ser mucho más claros, como cantidad exacta de tinte o tóner que lleva, para cuántas páginas, más o menos, puede servir ( depende de las tipografías empleadas en la impresión ) o incluso el peso, que permita comprobar – y comparar - al usuario más fácilmente. Seguramente la información, poco clara y confusa que se ofrece, no es casualidad…
Pero estos datos, por encima de todo, no son más que una absoluta falta de respeto a los consumidores, que debería llegar a algo más que la denuncia de una asociación de consumidores, con más o menos reflejo en los medios. Entre otras cosas, porque estas “deficiencias” en la información no son nuevas y muchas veces encuentran “cobijo” en la propia desinformación lógica, el desconocimiento y hasta la indolencia de los consumidores, confiados claramente en la seriedad de las grandes empresas del sector.
Nos venden cartuchos semivacíos y quizá nuestra reacción debería ser de antemano de una mayor exigencia de transparencia y hasta rechazo directo a ciertas marcas, por tramposas. Pero no es menos tramposo que nos vendan rabo de toro cuando es de vaca; o que nos venden cada día tomates raf cuando no lo son; o bolsos de piel cuando sabemos que son sintéticos, eso sí, imitando piel; o ofertas de coches que curiosamente nunca llegan a tener ése precio; o “chollos” de viajes a los que uno, curiosamente, nunca puede acceder; o ofertas telefónicas vendidas a bombo y platillo que se alejan mucho de la realidad y “chollos” con enormes descuentos que luego no son lo que te decían...
Nos engañan muchas veces y nos callamos. Es verdad, caemos en los juegos de palabras, las maniobras con la terminología, las medias palabras, las frases medidas o la más cruda manipulación. Y todo ellos conduce al consumidor a tomar decisiones erróneas, sobre todo cuando confía en que ciertas marcas no les van a dar gato por liebre. Pues sí.
Con un añadido: el propio sentimiento de saber que hemos sido engañados, nos lleva muchas veces a retraernos en la denuncia, la queja, la petición de las hojas de reclamaciones…Y hacemos muy mal: estamos alimentando al defraudador, al timador. Si nadie protesta, ancha en Castilla…
Frente a esto, sólo hay tres soluciones, que, es verdad, no siempre garantizan el éxito: denunciar, denunciar y denunciar. No queda otra.