Son los ideales, estúpido
Uno de los debates que abrió la crisis financiera de 2008 y todavía no se ha resuelto es qué debe ser la socialdemocracia en el siglo XXI
Madrid
Uno de los debates que abrió la crisis financiera de 2008 y todavía no se ha resuelto es qué debe ser la socialdemocracia en el siglo XXI. En el XX sí sabemos qué fue y para que sirvió. En plena guerra fría, permitió demostrar que en la democracia liberal, la política podía corregir la fuerza bruta del capitalismo y preocuparse por el bienestar de los ciudadanos, que además de la fuerza de su trabajo y su potencial como consumidores, su bienestar contaba, era importante. Su sanidad, su educación, la dignidad de sus últimos años de vida.
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Pepa Bueno
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Pepa Bueno
Caído el muro, el vencedor de la guerra fría pareció perder los complejos y entrar en una galopada de crecimiento económico o financiero a cualquier precio. La política, todas las políticas, empezaron a parecer secundarias. Hasta que el estallido del 2008, el empobrecimiento general y desigualdad disparada han vuelto a poner la política en primer término. Y aquí estamos, con la socialdemocracia definiendo todavía cual debe ser su papel en el mundo global, con la cabeza y los asesores diciéndole que las elecciones se ganan en el centro y sin asumir grandes riesgos, y con el corazón y su electorado natural pidiéndole a gritos otras políticas, otras respuestas.
Una contradicción que ha vuelto a poner de manifiesto el triunfo de Jeremy Corbyn en las primarias del Partido Laborista británico. Corbyn tiene de los nervios al stablishment - incluido el stablishment laborista - con sus propuestas de más impuestos para las rentas altas, recortes en Defensa, nacionalizar hospitales y ferrocarriles, abaratar la educación o imprimir dinero para construir viviendas. No es el único, en Grecia, en Francia y en España esa contradicción sigue viva e irresuelta.
En momentos de tribulación, hay que volver a los clásicos. Y para clásico de los socialdemócratas, Olof Palme, su principal referente en el siglo pasado, que en 1970, escribió: “Nunca seremos víctimas desamparadas de fuerzas anónimas. Nunca tendremos que confiar decisiones a expertos y especialistas. La política es susceptible de que la podamos juzgar cada uno de nosotros. Porque depende en último término de ideales y de ideas".