Filosofía para muchos ciudadanos
Javier Gomá y Toño Fraguas reflexionan sobre el buen gusto y la sociedad hacia la que vamos
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La elite frente a la masa, y en medio, las mismas pulsiones primarias, el mismo deseo ulterior. / GETTY
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Madrid
El buen gusto, la excelencia, la ejemplaridad... son conceptos que siempre han ido de la mano de otros términos con gran calado social, como sangre azul, elite dirigente o nobleza. Durante muchos siglos, existieron unas clases líderes que establecieron los estándares de lo bello, lo inefable, lo deseable.
“Se están sentando las bases de una sociedad no elitista”
17:05
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El filósofo Javier Gomá y el periodista Toño Fraguas reflexionan sobre el concepto del buen gusto y de como éste se adapta a las nuevas sociedades que estamos creando entre todos los ciudadanos.
"Cuando un hombre se encontró a otro en medio de un bosque, en la aurora de los tiempos, lo primero que ocurrió fue que uno se puso a mandar y el otro a obedecer". Así comienza a planear sobre las minorías y las elites Gomá, quien afirma que, desde que el mundo es mundo, la sociedad ha estado regida por esa minoría selecta, que normalmente era ilustrada, y ejercía el título de poder en un amplio sentido. Económico, jurídico, político, religioso...
Ésta misma clase social se ponía a sí misma como ejemplo de comportamiento, como paradigma de lo bueno, de lo excelente. Pero... ¿es necesario que esto sea así? se pregunta Javier Gomá.
Pues no, como él mismo asegura, "el siglo XX ha descubierto la dignidad irrebasable de todos los hombres y mujeres por el hecho de serlo", eso propicia que se sienten las bases para una sociedad más igualitaria, donde sigan existiendo la excelencia, la belleza y el buen gusto; y que estos axiomas estén ahora al alcance de más ciudadanos.
Por ejemplo, los smartphone de gama media-alta, que ya no parecen estar reservados a una minoría, se han convertido en objetos deseados por la masa, una vez ésta sabe que lo tiene a su alcance.
Pero eso no tiene que convertir los gustos de la masa en algo vulgar. Pues el mismo término de la vulgaridad, aunque suene peyorativo, nace de dos conceptos excelsos como son la libertad y la igualdad. bajo esta premisa, la vulgaridad tiene que ser reformulada para tender hacia esa ejemplaridad que perseguimos, a veces de manera inconsciente, los seres humanos por propia condición.
¿Y cómo sabemos que las tendencias no son un intento de revestir los productos como algo inalcanzable y deseado, para esconder detrás sólo una campaña exitosa de ventas? El quid de la cuestión reside en el buen gusto. ¿Y qué es el buen gusto? Podría definirse como aquello que permanece, que es deseado universalmente a medio y largo plazo, como Platón o Aristóteles, que siguen iluminando con una lectura eficaz milenios después.
Así pues, en esta sociedad de brecha digital, la alta y la baja cultura parecen tener mimbres comunes, que se bambolean entre ambas cunas de conocimiento, pues al final, las pulsiones de todos los individuos residen en un mismo elixir primario que nos aporta la esencia de lo que realmente somos y lo que nos place. Por lo cual, finalmente, lo excelente, como una expresión eminente de lo humano, perdura.