Dramatizaciones
SER Historia se ha caracterizado por sus dramatizaciones de los grandes momentos de nuestra historia. En este programa queremos recordar algunas de las mejores que hemos emitido a lo largo de estas seis temporadas

IStock

Madrid
SER Historia se ha caracterizado por sus dramatizaciones de los grandes momentos de nuestra historia. En este programa queremos recordar algunas de las mejores que hemos emitido a lo largo de estas seis temporadas. Empezamos con la muerte de Sócrates, ambientada en la Grecia clásica del siglo V antes de nuestra era. Continuamos con la Batalla de Lepanto y la Rendición de Breda, dos de los momentos más memorables de nuestro Siglo de Oro. En el campo de la arqueología traemos a nuestro programa el descubrimiento de las tumbas reales de Ur y el desciframiento de los jeroglíficos. ¡Una hora repleta de historia!
La primera dramatización que vamos a recordar esta semana es la muerte de Sócrates. Maestro de Platón y una de las grandes figuras filosóficas de la Grecia clásica, siempre se caracterizó por ser un declarado patriota ateniense. A pesar de que no tenemos referencias bibliográficas directas puesto que no dejó obra escrita alguna, la multitud de referencias de otras figuras como Fedón o Platón nos han permitido pintar un cuadro bastante explícito de su vida y de sus ideales.
A pesar de que durante su vida, Sócrates había demostrado ser un hombre con ideales religiosos, en las últimas fases de su vida comenzó a desarrollar ideas que defendían la vida como algo etéreo y que no estaba sujetado al consentimiento o existencia de ningún Dios. Estos ideales no sentaron nada bien en la Atenas clásica del filósofo, una polis con un profundo sentimiento religioso que consideraba su sistema democrático y civil como un regalo virtud de los dioses.
Las desconfianzas hacia Sócrates desembocaron en una denuncia en el 399 a.c donde se le acusaba de despreciar a los dioses y corromper a la juventud. En el juicio, Sócrates defiende su postura haciendo un alegato de su propia vida y convicciones recogido por Platón en la Apología. La primera votación del jurado condena a Sócrates a morir, pero con una mayoría mínima. El alegato de Sócrates a la primera sentencia de muerte es una réplica en la que propone como castigo el pago de una multa de una mina de plata, o 100 dracmas.
El jurado no se toma nada bien el alegato y decide la pena de muerte por cicuta. Sócrates pudo evitar la sentencia de muerte, pues contaba con amigos influyentes como Platón, Critóbulo o Apolodoro, pero este prefirió acatar la sentencia; “Es hora de irse, yo para morir, y vosotros para vivir. Quién de nosotros va a una mejor suerte, nadie lo sabe, solo los dioses lo saben".
Murió bebiendo Cicuta rodeado de amigos que vieron como el veneno poco a poco enfrió su cuerpo, hasta hacerlo desfallecer boca arriba, posición en la que murió. Sus últimas palabras según Fedón se las dirigió a Critón, recordándole que le debían un gallo a Asclepio. Tenía 70 años cuando murió.
La segunda dramatización que refrescamos es la Batalla de Lepanto. Contienda clave que detuvo el avance turco hacia el Mediterráneo occidental y que tuvo como vencedores a la Liga Santa; compuesta por el Vaticano, España y Venecia.
Durante la primera mitad del S.XVI, el Imperio Otomano había comenzado una expansión imparable hacia occidente apoyándose en su poderosa armada. Los turcos controlaban puertos en el norte de África y toda la costa mediterránea oriental. Sus corsarios y piratas dificultaban el comercio, asaltando y robando toda mercancía que cruzase el mar cerca de sus costas. La expansión hacia el oeste comenzó a ser un problema para las principales potencias comerciales europeas como Venecia, Génova y España.
Además del daño económico, estaba el factor religioso que suponía la expansión del Islam hacia Europa. En 1529 la expansión turca en el este había llegado hasta Viena, que llegó a ser sitiada pero no conquistada. En 1570,la conquista de Chipre, por aquel entonces en manos venecianas, supuso un punto de inflexión que hizo reaccionar a Europa ante la amenaza del turco.
El Papa, Venecia y España compusieron las principales fuerzas de la Liga Santa que reunió una armada para frenar el avance turco en el mediterráneo. Comandada por Don Juan de Austria, la batalla tuvo lugar en Lepanto, cerca de la costa griega. La armada turca no pudo resistir a la fuerza reunida por los cristianos y la batalla supuso la práctica destrucción de toda su armada. Don Juan de Austria recibió el honor de ser enterrado de cara a la cruz cristiana en el Monasterio del Escorial por la defensa de la cristiandad llevada a cabo en esta batalla y el imperio turco renunció a su expansión en Occidente.
La tercera, y última, dramatización que vamos a recordaros en el programa es la rendición de Breda. Escena de sobra conocida gracias al fantástico cuadro de Diego Velázquez que recoge la entrega de las llaves de la ciudad por parte de las fuerzas holandesas a Ambrosio Spinola, que comandaba las fuerzas españolas.
El sitio de Breda se encuadra dentro de la Guerra de los Treinta Años, la Guerra de los Ochenta Años y la interminable disputa entre Inglaterra y España en el S.XVII. En Agosto de 1624, comienza el asedio de Breda, que se había establecido como plaza fuerte de las Provincias Unidas Holandesas. Spinola dispuso a las fuerzas españolas alrededor de la ciudad, construyendo túneles y trincheras para alargar el asedio.
Dinamarca e Inglaterra, aliados holandeses, trataron de ayudar a romper el asedio mandando tropas, pero las fuerzas españolas consiguieron mantener a raya en el norte a estas tropas de apoyo y mantener el asedio de la ciudad holandesa. En junio de 1625, tras casi un año de resistencia, Breda se rindió a las fuerzas españolas, que consiguieron la ciudad y con ello aislar a Holanda de sus tierras interiores. Fue una de las grandes últimas victorias del ejército español. A pesar de ello, en 1637, Federico de Orange recupero la ciudad para las fuerzas holandesas.