Bienvenido, señor Méndez de Vigo

Madrid

Es una pena que al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, no se le pasara antes por la cabeza el nombre de Íñigo Méndez de Vigo como ministro de Educación. Por ejemplo, que se le hubiera ocurrido hace tres años cuando formó gobierno. El señor Méndez de Vigo, que es un magnífico experto en la Unión Europea, es también un hombre muy acostumbrado a escuchar y a negociar y cabe suponer que él no hubiera dejado el ministerio de Educación en los niveles de crispación que lo deja su predecesor, José Ignacio Wert.

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Así que bienvenido sea el señor Méndez de Vigo y sus buenas dotes diplomáticas, aunque es poco probable que pueda desplegarlas antes de las próximas elecciones generales. El panorama con el que se encontrará nada más tomar posesión no puede ser más desalentador ni la tarea más complicada.

El señor Wert, que fue nombrado y mantenido contra viento y marea por el señor Rajoy hasta que el propio interesado dijo que, por favor, ya bastaba, ha sido uno de los ministros con mayor rechazo de la historia de la democracia. Es cierto que se vio obligado por la política de austeridad del gobierno popular a hacer recortes formidables en los presupuestos de Educación, recortes que seguramente él mismo consideraba desproporcionados y lesivos para la educación pública, pero también lo es que su propia incapacidad negociadora y su propio talante empeoraron las cosas, hasta el extremo de imponer una nueva ley de Educación rechazada por absolutamente todos los grupos políticos, salvo el PP, y por todos absolutamente todos los sectores del mundo educativo. Un verdadero record que su sucesor debe contemplar con asombro y fastidio.